Capítulo Ciento Cinco

55 6 4
                                    

—Por qué me regalaste un corazón esta vez —quise saber refiriéndome al nuevo dije que colgaba junto con su inicial sobre mi pecho, él me sonrió y levantó delicadamente mi barbilla con sus dedos.

—¿No te lo imaginas? —me encogí de hombros y él presionó sus labios contra los míos rápidamente— es... literal —murmuró con el ceño fruncido, como escogiendo sus palabras con cautela—, tú tienes mi corazón —musitó. Dejé de respirar al escuchar aquello, era, simplemente no pude elegir un mejor novio, él era perfecto. Lo besé en respuesta y no pude dejar de presionar besos sobre su boca.

—Tú tienes el mío —murmuré despeinando el cabello de su nuca.

—He estado pensando en algo Dan —comenzó, lo miré atenta y me dedicó una tímida sonrisa—, ya que el martes tendrás tu mayoría de edad y considerando que realmente no quiero estar lejos de ti, nunca una vez más, nunca —aseveró juntando su frente con la mía, no sabía a dónde quería llegar con aquello pero mi corazón comenzaba a acelerarse inundando de reconfortante calor mi pecho—, quiero que te cases conmigo —soltó de pronto, esta vez también perdí la habilidad de hablar o de pestañear para despabilarme y convencerme de que lo que él acababa de decir no era producto de mi imaginación. Me miró a la expectativa y me separé un poco de él intentando hilar una idea clara, de responder algo.

—No te quieres casar conmigo —murmuré haciéndolo reír bajamente con nerviosismo—, no te rías, te lo aseguro, no soy una buena opción

—Eres la única opción que quiero —interrumpió.

—Por Dios, Antonio... no estás hablando en serio —aposté, él tomó mi mano entre las suyas y asintió firmemente.

—Nunca antes hablé más en serio que ahora Dan

—Bueno es que, considerando el increíble y perfecto sexo que acabamos de tener —sí, yo dije aquello y sentí enrojecer mis mejillas apenas terminé de musitar esas palabras— suena un poco bizarro —Antonio sonrió ampliamente y me tiró contra él.

—¿Increíble y perfecto? —asentí en respuesta y él negó—; lo fue, pero Dan, nosotros no tenemos sexo —¿no?, ahora me sentía confundida—, tú y yo hacemos el amor —declaró atrapando mis labios entre los suyos. Luego de lo que pudieron ser minutos me separé un poco de él, y acaricié su mejilla.

—Sigo sin comprender por qué te quieres casar conmigo —murmuré haciéndolo sonreír tímidamente—, es que no ves que no soy una buena opción, mira, duermo tarde, me levanto aún más tarde... cuando tengo hambre me pongo gruñona —enumeré, Antonio amplió su sonrisa y negó.

—Me quiero casar contigo —inquirió de nuevo—, sólo contigo, para mí no hay mejor opción, es más, no hay otras opciones, jamás, porque te amo Danna, y sé con certeza que eso nunca cambiará, te voy a amar el resto de mi vida de la misma manera en la que te amo ahora —si alguna vez mi corazón estuvo roto, el reparó todo el daño con aquellas palabras y esa mirada que me confirmaba que no había mentira alguna dentro de lo dicho.

—¿Aunque sea vieja? —murmuré, sus manos acunaron mi rostro y suspiró brevemente.

—Pueden pasar dos semanas, tres meses, una década, veinte, treinta, cincuenta años, un siglo, lo que sea Dan, y te amaré como lo he hecho desde el momento en el que entraste a nuestro salón con esa hermosa mirada y esa sonrisa —inquirió haciéndome sonreír—, justo como te amo hoy

—También te amo —exclamé presionando mis labios contra los suyos, supe que él estaba un poco sorprendido porque tardó unos segundos en reaccionar y abrazarme—, muchísimo —agregué presionando otro beso sobre su boca.

Mentiras de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora