Capítulo Noventa y Dos

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Antonio.-

Claro que había querido besar a Keyla, bien, lo único que quería era despejar mi mente, dejar que los pensamientos sobre lo mal que lo estaba sin Danna se alejaran un momento, pero terminé jodiéndolo más, sabía que Manuel tenía razón en cada una de las palabras que decía, se suponía que Danna y yo habíamos llegado a ese acuerdo no hablado sobre sólo alejarnos el uno del otro, pero era difícil hasta la médula, sobre todo cuando había tocado la boca de Keyla con la mía y en la único que pude pensar era que no existía ni si quiera un punto para comenzar a compararla con Danna, definitivamente estaba todo muy mal.

Y luego estaba esta parte que me decía que no valía ya la pena desgastarme pensando en aquello, a final de cuentas nuestras decisiones habían sido tomadas y si titubeábamos sobre seguirlas o no jamás avanzaríamos para conseguir algo positivo.

—¿Todo bien? —preguntó Keyla cuando regresé hasta ella con una pequeña sonrisa en los labios.

—No —había querido mentir y decirle que sí, dejar que el agua corriera, pero la verdad simplemente salió de mi boca.

—Oh... y, ¿podría yo ayudarte en algo? —cuestionó acercándose a mí con su mano sobre mi pecho.

—No lo creo, en realidad, lo que nos convendría a ambos sería olvidar que esto sucedió —señalé aclarando un poco mi garganta y notando como su boca se abría con sorpresa y su ceño se fruncía.

—¿Estás hablando en serio?

—Ajá, sí, ¿por qué bromearía?

—¡Antonio!, no puedes seguir así, no es sano que te encasilles sólo con una mujer, a menos que sea yo

—Oh, no Keyla, no lo mal pienses —pedí—, eso no puede ser —ni ahora ni más adelante.

—¿Por qué?, Tamara me contó lo de tu ex, opino que debes superarla y no soy mala opción

—Sí, Tamara debería aprender a mantenerse al margen, lo que quiero decirte es que simplemente no puedo Keyla, lamento que hayas venido hasta acá y hayas perdido tu tiempo —me disculpé despeinando mi cabello.

—Sí, yo también, sobre todo cuando terminas algo que pudo haberse puesto mejor de esta grosera manera

—Es mejor así —aseveré.

—Sí, claro, sabes qué Antonio... un tiempo solías pensar mejor, hace un año, cuando simplemente dejaste que Sofía siguiera y tú hiciste lo mismo, con facilidad, no sé qué tenga la otra que ahora no te sea posible, en lo que a mí respecta, es basura su situación —declaró antes de marcharse, dejándome ahí pensado un poco en sus palabras. La diferencia era que a Sofía no la había amado, nunca, y Danna, Danna tenía mi corazón, ella ocupaba cada uno de mis pensamientos, era lo primero en la mañana, y lo último al acostarme.

—Debiste haber hecho eso en cuanto llegó —opinó Carlos recargándose en mi auto.

—Ni me digas —pedí pasando la palma de mi mano por mi cara.

—Pero... era lo que decidieron, ¿no?, por mucho que les duela, lo que es masoquista —añadió casi hablando para sí mismo que como si le interesara que yo lo escuchara.

—Mis decisiones constantemente apestan —acepté cruzándome de brazos.

—¿Eso qué significa?

—Qué tal —saludó Mateo desde un par de metros lejos de nosotros, el único que respondió su saludo levantando un poco el brazo fue Carlos, yo sólo me limité a esperar a que se fuera—; ¿han visto a Danna? —cuestionó acercándose un poco.

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