Capítulo Veintidós

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—¿Cómo dices que se llama tu amigo? —cuestionó Alejandra Rinalde a su hija.

—Manuel —respondió Danna.

—Manuel... qué

—Alcántara Medina, creo... —respondió una dudosa Danna—, si te mandó mi tía Angélica deberían estar preguntándole esto a Andrea, no a mí —espetó la adolescente—, voy por un refresco, no tardaré ¿quieren algo? —ofreció mirando a las otras dos señoras —sus tías—, sentadas en los sillones cafés de la sala de espera, ellas negaron con una seca sonrisa en los labios y Danna se marchó.

—No hay de qué preocuparse, Alejandra —musitó la mayor de las Rinalde, Esther— hay un montón de personas con el apellido Alcántara en la ciudad

—Pero ese muchacho es igual que Jorge cuando tenía su edad—murmuró Alejandra tomando asiento.

—Alejandra, trata de no ser pesimista o dramática por favor —pidió la hermana mediana de ellas, Angélica, la madre de Andrea y Genaro—, no puedes dar por hecho nada, el mundo no puede ser tan pequeño, hay como una posibilidad entre un millón de que el novio de mi hija sea el hijo de Jorge Alcántara

—Esperemos y sea así —deseó Alejandra— porque si no, no sé, no sé ni que voy a hacer, se dan cuenta de que no sólo me mintió —espetó—, tampoco sabré qué decirle a Danna

Antonio.-

Me sentía muy mal por Sofía llorando en el asiento del copiloto en mi auto, Omar no le había hecho nada directamente, pero... el tipo no estaba con ella cuando más lo necesitaba, y eso me molestaba un poco, es decir, yo hubiera hecho hasta lo imposible cuando estaba con ella y Omar parecía estar simplemente dejándola de lado y Sofía, simplemente no merecía eso.

—Discúlpame, probablemente deberías estar haciendo cosas más importantes que estarme consolando ahora mismo —murmuró.

—No, no te preocupes, está bien...

—Eres por mucho la mejor persona que he conocido, ni si quiera merezco tu amistad

—No digas eso Sofía —pedí—, la verdad es que... —ella dejó de sollozar y me miró unos segundos.

—¿Qué? —incitó.

—Aún eres importante para mí —confesé sin mirarla.

—Pero yo fui una completa... fui una mala persona contigo Antonio, lo sigo siendo —me recordó.

—Supongo que a veces contra el amor no hay nada que se pueda hacer —respondí.

—¿Cómo?

—Tú amas a Omar, por eso estás con él, no sé con exactitud por qué, tal vez también es amor, pero cuando yo te dejé ir, fue por amor —expliqué.

—Lo ves... yo ni si quiera merezco esto —espetó bajando del auto, supe que no debía ir tras ella porque le había dicho todo, mi interior me había recordado que seguía tan enamorado de ella como cuando nuestra relación comenzó. Y en el interior sabía que ella por lo menos aún sentía algo de cariño por mí y ese era un buen punto por dónde comenzar.

Danna.-

—¿Tú crees que mi mamá esté a punto de enloquecer? —pregunté a la abuela sentada a mi lado que hojeaba una revista sin realmente prestarle interés.

—¿Por qué lo preguntas, querida?

—Ha estado... actuando extraño, tal vez su locura es contagiosa, también la tía Esther y la tía Angélica han estado actuando extraño alrededor de mí, desde que el novio de Andy se fue, como si yo lo hubiera invitado o algo así —le conté recargándome en su costado. Ella dejó la revista a un lado y las miró casi dormidas en el sillón más alejado de nosotras.

Mentiras de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora