Capítulo Sesenta y Nueve

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Danna.-

—Así que, cuéntanos —pidió Edgar sentándose frente a mí en el piso de mi habitación con sus piernas debajo de él comiendo un pedazo de pizza—, ¿qué escondes bajo esas prácticas sudaderas que siempre llevas puestas? —Karen rodó los ojos y suspiró ante las palabras de su amigo—, ¿un embarazo? —casi escupí mi refresco y Karen rio por lo bajo mientras masticaba su pizza.

—No... para nada —respondí recuperándome luego de la sorpresa ante sus palabras.

—¿Entonces a qué se debe tanto misterio? —preguntó nuevamente Edgar.

—No sé de qué misterio hablas —contesté.

—Ni si quiera él sabe a ciencia cierta —agregó Karen bebiendo un poco de refresco, miré nuevamente a Edgar y él se encogió de hombros.

—Estás en Texas, Danna —comenzó el hombre— si yo fuera tú aprovecharía que estoy soltera y lejos del radar de mis padres para alocarme un poco, pero tú no, tú simplemente te quedaste en esta habitación por casi dos semanas enteras...

—Aún lo haces un poco —intercedió Karen.

—Exacto —la apoyó Edgar—, sin mencionar que ni siquiera miras a los hombres a tu alrededor y mira que los texanos no están nada mal —suspiré y me preparé mentalmente para lo que iba a decir.

—Sólo quería venir para estudiar —musité dejando mi pedazo de pizza frente a mí en el pequeño plato desechable—, no era mi plan venir y alocarme

—No necesariamente alocarte —dijo Karen sonriendo ligeramente—, pero por qué no disfrutar ahora que se es joven —preguntó recordándome vagamente el mantra de Carlos.

—Tú ni si quiera estás a punto de la mayoría de edad —le recordó Edgar ganándose una seria mirada por parte de Karen—, mucho menos cuando en este país eres legal hasta los veintiuno —en efecto, Karen, probablemente era la estudiante más joven de todos los cursantes del semestre foráneo, y es que, bueno... a sus dieciséis años había sido adelantada de año durante la secundaria, por lo que había entrado de menor edad a la preparatoria, yo no sabía si hacer eso era legal, pero por lo que sabía, la chica era brillante así que por lo menos debía ser correcto.

—Mi punto era que no necesitas alocarte, ya sabes cómo algunas lo han estado haciendo en el tiempo que llevamos aquí, pero por qué no dejar de atormentarte un poco con lo que sea que te haya sucedido y que te ha orillado a parecer tan... triste —opinó la chica a mi lado, suspiré y me encogí de hombros.

—Sabemos lo de tu papá —recordó Edgar pareciendo solemne un momento— y eso es malo, un montón, pero sé que hay algo más Dan

—No la presiones —le pidió Karen, miré a las dos personas que me acompañaban en mi habitación, ellos que, durante las últimas tres semanas habían sido como un salvavidas para mí antes de que cayera una abismal depresión, ellos se habían sorprendido cuando supieron que yo ni si quiera conocía la cafetería de la escuela, Edgar estuvo histérico por días al hilar que por consecuencia la tarjeta que a todos nos habían dado para mantenernos bien alimentados tampoco había sido usada y cuando escucharon mi explicación de no haber salido de mi habitación porque no me sentía de ánimo simplemente lo comprendieron, me dieron tiempo, así que supongo era justo supieran un poco más.

—Está bien —decidí suspirando sonoramente—, puede sonar un poco ridículo, pero... es la verdad —advertí a ambos, Edgar asintió y Karen me dedicó una pequeña sonrisa comprensiva—, mi...uhm —sí, la verdad me sentía un poco ridícula al decir lo que estaba a punto de decir, si me lo hubieran dicho hace un año yo probablemente habría juzgado por loco a quien lo hubiera hecho, pero ahora, ahora sentía como si esas palabras describieran a la perfección mi situación anímica— tengo el corazón roto —dije finalmente, Karen me miró con la duda grabada en su expresión y Edgar suspiró con dramatismo acercándose a mí y abriendo sus brazos para abrazarme.

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