Capítulo Quince

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Danna.-

—Sólo llévame a mi casa —pedí a mi prima que parecía apunto de un ataque en el asiento del conductor.

—¡Te iba a besar! —gritó encendiendo el auto.

—No lo iba a hacer

—Yo lo vi todo, puedo decir, con seguridad, que él quiere besarte —agregó comenzando con nuestro camino que al parecer estaría lleno de señalaciones por parte de mi prima sobre la despedida entre Antonio y yo.

—Irás a la fiesta de Manuel mañana, ¿cierto? —cuestioné una vez que pude sentarme en la sala de mi casa.

—Obviamente —respondió sentándose en el sillón frente a mí—, ¿tú?

—Nop, creo que pasaré todo el día con mi papá —confesé.

—Deberías darte un tiempo para ir, te dejaré la dirección de todas maneras —espetó sacando de su bolso una tarjeta donde al reverso anotó la dirección de Manuel.

—Cuéntame algo —pedí inspeccionándola con la mirada— ¿tus papás saben que estarás en esa fiesta? —pregunté tomando la tarjeta.

—¿Cuál fiesta? —se desentendió—, si tú y yo tendremos una noche de chicas luego de tu tarde con tu papá —respondió.

—Un día nos atraparán y espero te sientas muy culpable por ser una mala influencia para mí

—No soy una mala influencia —se defendió—, sólo es que mis ideas son arriesgadas

—Y terminas por arrastrarme contigo —agregué cuando me levanté por un refresco a la cocina.

Al día siguiente, comencé a arreglarme a eso del mediodía, incluso use tacones, y cuando estuve lista para irme, mi madre me llevó hasta el restaurante en el que había quedado con mi padre desde una semana antes.

—¿Estás segura que estarás bien? —preguntó mi madre, aunque ella no se refería a mi encuentro con mi papá. Ella se iría con una de sus amigas del trabajo a Vallarta a un hotel spa y regresaría hasta el domingo por la tarde, la señora Chely tampoco estaría en casa así que eso se reducía a que pasaría una noche de chicas con Andrea, pero como eso sólo era cierto a medias, me dejaba a mi sola con Deudor por un montón de tiempo.

—Todo bajo control —murmuré—, si necesitas algo llámame —repetí como por enésima vez en el día.

—Me haces sentir como si tu fueras la adulta aquí —dijo ella, cayendo en cuenta casi al mismo tiempo que yo, que, en muchas ocasiones y gracias a ella, yo me había comportado desde hace ya algún tiempo, de manera más adulta que ella—, tú puedes llamarme en cualquier momento si necesitas algo, ¿bien?; y si las cosas se ponen pesadas con ese señor —inquirió, refiriéndose a mi papá—, sólo ve a casa, él nos abandonó así que no tienes por qué tolerarlo si se pone en un plan de padre mandón, ¿me explico?

—Ajá... nos vemos mañana, descansa mucho y cuídate —pedí bajando del auto, el señor a la entrada del restaurante me guio hasta donde la mesa de mi padre ya estaba reservada y él aún no llegaba, eso fue desagradable, él jamás me había hecho esperar, que grosero.

Esperé entreteniéndome en mi celular por unos diez minutos, le envié un mensaje para saber si tardaría mucho, y cinco minutos después sin una respuesta, él apareció, justo como lo recordaba, sólo que estaba vez vestía un poco menos formal, llevaba casi todo el atuendo de traje, sólo que sin corbata, saco sin abotonar y camisa un poco suelta, su cabello castaño que no había heredado estaba peinado hacia atrás y sus ojos color miel me reconocieron en un segundo, sentí una pequeña sonrisa formarse en mi rostro, a pesar de todo, él seguía siendo mi padre al final de todos los días y al final de todo yo aún quería que mi relación padre-hija con él siguiera justo como antes del divorcio; luego, todos mis pensamientos felices fueron eclipsados cuando mi mirada se encontró con la pelirroja curvilínea colgada a su brazo con una tonta sonrisa hacía mí.

Mentiras de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora