Capítulo Ochenta y Cinco

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Antonio.-

—Vaya, vaya, vaya —murmuró Tamara encontrándome en los pasillos de la escuela—, entonces... es cierto, estás intentando que Danna regrese a ti, a menos que las flores sean para alguien más —señaló.

—¿Puedo ayudarte en algo?, porque sinceramente si no es así, esta conversación es tan inútil como innecesaria

—Puedes ayudarme en muchas cosas —respondió acercándose a mí con una sonrisa.

—Sabes a lo que me refiero

—¡Danna! —exclamó Tamara llamando la atención de mi Dan que pasaba cerca de nosotros y quien visiblemente hubiera preferido no ser vista por la rubia frente a mí.

—Ah... ¿hola? —murmuró Dan.

—No te había visto desde que me contaron llegaste de regreso, ¿has estado ocupadita?, eso es lo que se dice —agregó Tamara ampliando su sonrisa y haciendo que Danna frunciera el ceño.

—¿Lo que se dice? —Tamara asintió—, bueno, eso me hace sentir como toda una persona importante

—O la persona con quien has estado ocupada también tiene muchas miradas sobre él —contestó Tamara, Danna enarcó una ceja y sonrió "amablemente".

—¿La tuya por ejemplo?, no me sorprendería siendo sincera, sabes, tengo una clase a la cual asistir así que... ustedes sigan con lo que sea a lo que se referían —agregó mirándome a mí antes de reanudar su camino.

—Alguien no está de humor —opinó Tamara.

—Adiós —me despedí casi corriendo detrás de Danna—; ¡Dan!, Danna —musité para que finalmente se detuviera sin atisbo de ánimo en su expresión.

—¿...Si?

—No sé ni cómo decir esto —acepté—, ok, primero, las flores son para ti —anuncié entregándole el ramo de rosas rosas, Danna lo aceptó pero me miró contrariada.

—Quebrarás si sigues dándome rosas como estas... son hermosas

—No importa si quiebro

—Importa —contradijo ella—, ¿qué pretendes?

—Ya lo sabes hermosa, empezar de nuevo

—¿No tienes miedo? —murmuró.

—¿A qué?

—A que ya no funcionemos como en algún momento lo hicimos, tal vez... hay tantas personas a nuestro alrededor a las que no les parece que estemos juntos que quizá tienen razón

—A lo único a lo que le temo es a que tú en serio creas eso, a que ya jamás pueda estar contigo de nuevo

—Haces que eso suene muy drástico

—Si es drástico tendré que tomar medidas de ese alcance

—No, es que... no lo sé Antonio, justo ahora no tengo cabeza para pensar en algo en concreto, de nuevo tengo que pedirte un par de días porque hoy sólo pienso en que mi examen de cálculo es en cinco minutos —sonreí con ella y podré sonar como si fuera una niña, pero verla sonreír conmigo de nuevo causó mariposas salvajes revoleteando en mi estómago.

—Buenos días —saludó Mateo haciéndonos compañía, yo preferí no responder dado que mató a los mariposas en mi estómago al aparecer ahí y a eso agregándole que él se quería quedar con mi Danna.

—Hola —respondió Danna.

—Manuel no está cerca, ¿verdad? —cuestionó Mateo con un muy amable tono que si mal no recordaba, sólo usaba con las personas con las que quería quedar bien.

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