Capítulo Veintiocho

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A penas unos segundos más tarde, Antonio tomó mi mano y encaró a David.

—Mejor avanza —ordenó con seriedad.

—Avanza —interrumpió Antonio sin más, tomó mi otra mano y besó mis nudillos.

Creo que dejé de respirar.

La música comenzó a subir de volumen de nuevo con la melodía de una bachata que la mayoría de los presentes en la clase ya conocíamos y que hizo que un montón más de personas se quejaran; yo lo habría hecho, pero el hecho de tener a Antonio frente a mí mientras me escudriñaba con la mirada me cohibió un poco.

—Dejen de quejarse o mañana la clase entera será de bachata —amenazó Jean Paul comenzando a pasearse entre las filas ya formadas de alumnos con parejas, eligió a una de las chicas de una fila detrás de mí y la llevó a frente para bailar con ella e intentáramos seguir sus pasos.

—A algunos no nos molestaría si la clase sólo fuera bachata —intervino Sofía— digo, a las que sí sabeos bailar bien este género nos encantaría —presumió antes de echar su cabello hacía atrás de su hombro.

—Tú sólo quieres un pretexto para restregar tu cuerpo con alguien vivo —le espetó Marlen, haciendo reír a varios, yo incluida, aunque tuve que controlarme un poco.

Antonio.-

Yo ya no era quien la hacía sonreír, por lo menos no en los últimos días; pero aun así, verla esbozar una de esas pequeñas, tímidas y genuinas sonrisas era una experiencia digna de mirar una y mil veces.

Y yo debía dejar de pensar así acerca de Danna y centrarme en lo realmente importante.

—¿En serio estás dejando de hablarme? —cuestioné mientras la acercaba a mí poniendo mis manos sobre su cintura.

—No, ahora mismo estoy hablando contigo —respondió con voz aburrida— y, suéltame, esto no va así —pidió alejándose un pequeño paso, quitó mis manos de su cintura y las tomó de nuevo en las suyas.

—Ok, espero y me guíes bien, no quiero que tu horrible profesor de baile nos regañe por no hacerlo como profesionales —murmuré y Danna se limitó a asentir—; ves... estás dejando de hablarme —señalé después de unos pequeños segundos, ella me miró por un instante y negó ligeramente con la cabeza.

—¿De qué quieres hablar?

—De lo que sea, te he estado extrañado —acepté.

—¿Estudiaste ya para el examen de Cálculo? —cuestionó mientras hacía mi mejor esfuerzo por seguir los pasos de su profesor de baile, la verdad este género me estaba gustando, había mucha cercanía ente ella y yo, y no es como que pudiera quejarse, a final de cuentas así debía bailarse esto.

—Dejaré que el espíritu santo me ayude —respondí con los labios sobre su mejilla.

—Necesitarás un poco más que ayuda divina para pasar —respondió en tono bajo.

—¿Más ayuda? —cuestioné mirando sus ojos. Danna asintió y sonreí en respuesta, ella necesitaba créditos extra, entre más mejor y tal vez yo necesitaba asesorías con respecto a Cálculo.

Podíamos ayudarnos mutuamente.

—Oh, ni lo pienses —murmuró cuando entendió a lo que me refería.

—Pensar qué

—Colarte a mis asesorías

—¿Por qué?

—Porque no —se quejó—, acabo de deshacerme de David, como para recibir otro...

—¿Otro qué? —reté.

Mentiras de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora