Prólogo

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Mientras Jeon Jungkook intentaba subir la última caja por las escaleras, sintió que perdía el equilibrio al perder toda la visión de sus piernas. Intentó confiar en su instinto, diciéndose a sí mismo que había subido aquellas escaleras una cantidad de catorce veces aquel día, debía hacer memorizado algo, ¿No?

Encontrándose totalmente equivocado en el momento que su pie se apoyó mal y se sintió caerse, se puso rígido como una piedra al sentir que alguien había evitado su caída. Unas manos grandes y cálidas le sostuvieron la espalda, y logró apoyarse bien en su lugar para incorporarse.

Esperó que aquellas manos estuvieran limpias. Aunque bueno, su ropa ya estaba toda llena de polvo, así que si no estaba sucio, al tocarlo lo estaría.

Antes de poder decir algo, el dueño de las manos exclamó: —¿Quieres ayuda? —aquella voz, una realmente grave y profunda, pronunció aquellas palabras tras él. Jungkook, confirmando de nuevo que no podía ver nada del suelo o sus pies por la gran caja, respondió:

—Por favor.

El hombre tras él tomó la caja con agilidad de sus manos y subió el tramo de escaleras que faltaba para llegar al segundo piso. Jungkook observó su espalda: vestía una chaqueta y unos jeans desgastados, su cabello negro azabache se veía bien peinado. Le siguió hasta el piso, y casi abrió con amplitud los ojos cuando lo tuvo en frente.

El tipo, casi doblando su estatura, era en realidad bastante atractivo y varonil: tenía un par de ojos oscuros brillantes, un tono de piel pálido, labios rosados, bien definidos y carnosos, y una barba cuidada y pulida en sus mejillas y mentón, descendiendo a su vez en una mandíbula ligeramente cuadrada y un cuerpo atlético bajo ropas limpias y ordenadas.

—¿Te estás mudando, eh? —preguntó el hombre, con una sonrisa agradable. Jungkook parpadeó un par de veces, a penas reaccionando, y lo miró a los ojos asintiendo con la cabeza, ¿Dónde estaban sus modales?

—Gracias por ayudarme. —dijo, sonriéndole con modestia.

—Claro, no hay de qué, después de todo seremos vecinos. —dijo, y Jungkook distinguió la puerta del frente, señalada con un 2B de metal plateado en el centro. Así que él sería su vecino.

—Oh, ¿2B?

—Así es. —el hombre le extendió la mano—. Mi nombre es Kim Seokjin, pero puedes llamarme Seok.

Jungkook lo miró, y luego sus manos. Bien, parecían limpias, y sus uñas estaban cuidadas y ordenadas. No iba a ser un problema tocar su mano.

Así que aceptó su apretón, y respondió: —Yo soy Jeon Jungkook, pero puedes llamarme Jungkook, supongo.

El hombre no dejó de sonreír, soltando su mano: —Jungkook, estupendo, ¿De dónde vienes?

—De Incheon.

—Vaya, un largo camino, bienvenido a Seúl. —dijo, pasando su peso de un pie al otro—. Bienvenido al sauna, mejor dicho, últimamente hace un calor de locos, pero tiene sentido, ya que estamos en Julio, no soporto el verano.

Jungkook soltó una risa, Seokjin era agradable: —En Incheon no es tan distinto, es solo un poco más húmedo. Me gusta más aquí. —respondió, y Seokjin cerró la boca con diversión.

—Entonces no diré nada, no arruinaré la reputación de la ciudad. —dijo, y ambos rieron. La conversación fue interrumpida por una pequeña mano que tiró de la chaqueta de Seokjin. El hombre se volvió hacia el pequeño niño que, sin fijar la mirada a un lugar diferente al suelo, intentaba llamar su atención.

Jungkook observó a la criatura con inquietud. El pequeño observaba el suelo con los ojos muy abiertos, y se veía inusualmente pálido. Iba vestido con una pijama de rayas púrpuras —no era extraño, ya que a penas eran las nueve de la mañana—, su semblante tenso, permaneciendo callado.

Control «KookTae» ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora