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Intentar encontrarle lógica era difícil. Aquella fuerza extraña que había atraído al castaño y al pelinegro una segunda vez, había tornado las cosas un poco más que complejas. No era seguro que fuera una atracción, para que existiera una atracción las dos partes debían de ver algo bueno en el otro.

Y ese no era el caso de Jungkook y Taehyung.

Explicarlo resultaba también complicado. Taehyung no disfrutaba tener a Jungkook cerca, y a Jungkook le estresaba ver a Taehyung, pero mientras más discutían: más cerca estaban del otro.

Estaba claro que no se soportaban, y sin embargo, era aquel sentimiento desesperado el que terminaba uniéndolos. Si habían guerras de golpes y heridas, la guerra de ellos era con sus cuerpos. Había algo extrañamente satisfactorio en el hecho de que lograran desquitarse con el otro a través de aquellos besos francamente vulgares, lo que al mismo tiempo alimentaba las discordancias que en ellos vivían.

Taehyung no era el tipo de Jungkook, y lo mismo pasaba al revés, pero cuando ambos se tocaban perdían todo tipo de cordura; y nacía en ellos un instinto primitivo y lujurioso.

No me gusta, pero no puedo mantener mis manos lejos de él.

Fue la conclusión que sacó Jungkook mientras caminaba a casa, con el corazón alocado y un calor abrumador en todo su cuerpo después de haber estado con Taehyung. Aquello era lo que había deseado probar, la razón por la cual le había propuesto que salieran. Quería saber si esa frustrante atracción que había percibido aquella noche fuera del Peach Blues aún existía. E incluso ya comprobado, no quería echarse atrás. 

Porque, ¿cómo era que esa extraña unión era posible? ¿tenía algún sentido?

¿Hasta dónde podía llegar? 

Había sido impulsivo esa noche, lo admitía. Estaba cansado y enojado cuando se decidió en entrar a la cocina. Solo quería obtener su condenada respuesta para así marcharse. Y aunque no hubiera obtenido una exacta, se sentía algo satisfecho.

No iba a mentir, aunque chico fuera un molesto, quería repetirlo. Había esta extraña hambre en él que tergiversaba toda la desesperación que le hacía sentir por un retorcido deseo de controlarlo y tocarlo. Todas las discordancias de Taehyung lo hacían sentir lo suficientemente enfermo como para querer forzarlo a corregirse.

Y también incentivarlo a otras cosas ahora, claro.

En eso había tenido razón Taehyung. Pero Jungkook no iba a admitirlo en voz alta, todo eso le hacía sentir demasiado raro aún.

No podía afirmar con seguridad que sabía lo que hacía. Por primera vez en demasiado tiempo, Jungkook se estaba comportando de forma impulsiva. Varios tornillos de su sanidad se estaban safando por su culpa. Y eso sólo lograba sacarlo aún más de quicio y querer hacer pagar al pobre castaño.

Porque Taehyung se había atrevido a romper reglas de Jungkook. De la vida de Jungkook, de la que pensaba tener todo el control.

Y nadie podía salir indefenso de aquello.

Y en cuanto a Taehyung, el hombre se sentía en extremo confundido y confrontado emocionalmente. Su acalorado cuerpo había disfrutado el contacto de Jungkook cuando su cabeza adormilada lo había odiado y querido empujarlo lejos. Su libido deseaba repetirlo, y su orgullo lo detenía.

Estaba casi en la misma situación de Jungkook, exceptuando que se defendía de la insistencia del hombre. Él no deseaba cambiar. Quizá habían cosas en su vida que no funcionaran del todo, pero estaba cómodo, y ese era su problema, no de Jungkook.

Estar inconforme consigo mismo era desesperante. Su cuerpo hacia cosas que su mente no consentía, era casi como si sus convicciones se hubieran divido y ya no desearan mezclarse. Lo odiaba.

Control «KookTae» ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora