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[Capítulo final]

Cuando Jungkook sacó de su bolsillo el llavero y contempló la nueva llave que tenía con él, no pudo evitar sonreír como tonto.

¿Era real? Aún lo dudaba.

Sus mejillas dolieron. ¿Cómo era que podía dejarse llevar por las sonrisas con tanta facilidad?

Quizás era porque ese día en particular había sonreído demasiado. Y quizás, por eso mismo, ahora se encontraba ido y atontado por todas las flores que tenía por emociones en su corazón, ahora.

Estaba feliz.

Oh, sí que lo estaba. Incluso aunque fuera solo una llave.

Porque esa llave le llevaba a Taehyung. Kim Taehyung.

Miró la puerta, con el viento usual de la noche un poco menos frío por estar a inicios del verano, y rió como un loco, completamente solo.

¿Cómo es que habían llegado a esto, realmente?

Su mente reprodujo el hermoso momento en el que el castaño se había acercado, una noche, a dársela. Lo sonrojado que se había puesto, y la timidez que lo había dejado a él sin habla para recibirla.

No había tenido que preguntarle porqué. Ni siquiera quería. Se sentía más que lleno del corazón con eso, y aunque se lo preguntara, ¿a quién quería engañar?

Era algo que eventualmente sucedería.

Era, incluso práctico.

Porque el último mes habían estado prácticamente viviendo juntos, en la urgencia de no alejarse uno del otro.

Y esto lo facilitaba.

Sin embargo, no dejaba de ser sorprendente a ese punto. ¿Jeon Jungkook con acceso quasi ilimitado al lugarcito de su amor? Que alguien lo pellizcara fuertePensó que era como un sueño. Como el mismo sueño que experimentaba ahora cada mañana, despertando con Taehyung babeando su pecho y sus piernas enredadas. Como el mismo sueño que era desayunar juntos, ver películas en el sofá con los gatitos, obligar a Taehyung a decir cosas lindas mientras su rostro estallaba en carmesí. Como el mismo sueño, que aún parecía irreal, al partir con besos hacia el trabajo, y volver en la noche a recibir más. Convivir y aprender de Taehyung, todo de Taehyung, todo era un sueño.

Aunque aún tuvieran ese hábito de discutir por pequeñeces.

Aunque a veces se enojara.

Aunque no coincidieran en todas sus opiniones.

Encontraba la forma de ser perfecto.

Porque después de todo eso, siempre terminaban pegados al otro, como imanes, de alguna forma. Y luego pasaban más tiempo desnudos que hablando.

Y era algo loco, tan loco. Podía contar con los dedos de una sola mano las veces que había vuelto a su propia casa, incluso. Para no tardar mucho, y solo, cambiarse de ropa y llevar con sí su cepillo de dientes. Era increíble.

Lo amaba, totalmente.

Así que contemplar aquella llave, que le abría las puertas a todo eso, era imposible sin una sonrisa. Dios.

Y que justo en ese momento, acabando de llegar de Gyeongsang, con su corazón lleno y una nueva familia, pudiera llegar a él. Sólo a él.

Ahora era su más grande añoranza vuelta realidad.

Y lo había extrañdo tanto en su viaje, que se cercioraría de compartirle todo, a la vez que se saciaba su fetiche de Taehyung, en Taehyung.

Control «KookTae» ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora