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Jungkook suspiró con pesadez, pero eso no desvaneció el peso que había tenido por horas en el pecho. Subió las escaleras, titiritando de frío, observando la noche desatarse en una tormenta de nieve tras las ventanas del segundo piso. Al parecer aquel día el clima no iba a tener piedad.

Igualmente era algo normal para mediados de diciembre. Aunque la temperatura le entumeciera los músculos al salir y ahora quisiera internarse en casa con la calefacción bien cálida.

Subió los escalones para finalmente llegar al piso, y respiró profundo, sintiendo pesar las llaves en su bolsillo. Aquel día de trabajo no había sido muy diferente a otros en cuanto a intensidad: Jimin había interpretado todo lo que Hoseok había intentado decirle en la jornada, pero Dong Yul que gozaba al fin de su propio espacio en la oficina se la había pasado de lentes pegados a la pantalla, sin cruzar muchas palabras con él.

Lo cual era extraño, porque el chico no era estrictamente callado cuando estaba a su alrededor.

Pero la mente de Jungkook se había encontrado tan ajetreada al transcurrir de las horas que a penas si podía notarlo, o darle importancia.

Estaba exhausto.

No por caminar en las calles heladas de Seúl, sino porque su cabeza había estado maquinando sin parar.

Maquinando sin parar alrededor de Taehyung.

Se quedó mirando la madera de su puerta, cerrando y apretando los labios, notando como el cristal de sus lentes acumulaba humedad.

¿Era a caso inevitable? Aquel día, lidiar con las emociones ajenas antes de irse había movido algunas fibras extrañas en él.

Respiró profundo, sintiendo el mismo conflicto que había tenido todo el día en su cabeza; reanudarse.

¿Por qué, de todas formas? El chico no había dicho nada que él no hubiera oído antes. ¿Qué había sido, entonces? ¿Había sido su mirada? ¿Había sido su semblante taciturno el que lo había detenido de hacerlo suyo de la manera sádica a la que estaba acostumbraba y ciertamente amaba?

Hizo un mohín. Sí, claro que había sido eso. No podía mentirse.

Él le hacía daño, no era un secreto. La palma de su mano tenía afinidad con el ardor del golpe y sus ojos se deleitaban con las marcas enrojecidas que le dejaba al castaño, y Taehyung lo disfrutaba en cierta medida.

¿Verdad?

O no lo hubiera dejado llegar tan lejos, era un adulto después de todo. Era responsable de sí mismo, muy a su manera.

Pero habían límites para todo, y hacerle daño estando dolido no parecía estar en el trato que sus principios y sentimientos habían hecho con él.

Se rió bajito por sus pensamientos, casi avergonzado. ¿Sentimientos, decía? ¿Estaba seguro de que podía llamar aquella afición que surgía por Taehyung que no parecía ser nada más y nada menos que velar, tener sentimientos?

No. No lo creía. Estaba bastante lejos de ser eso.

Y en realidad no tenía sentido.

Porque aunque ahora pretendiera cuidar de él, no era la gran cosa.

¿Qué tonterías piensas? ¿Cuidar? ¿Puedes llamarle a esto, cuidar, Jeon?

No, no era la gran cosa. En lo absoluto. Debía convencerse de eso.

Sacudió su cabeza, entonces, intentando volver a la realidad. La realidad en la que tendría que entrar a su casa, y tratar con Taehyung de nuevo.

Control «KookTae» ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora