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―Joder... por favor. Aparece, aparece. ―deseó Taehyung, odiándose a sí mismo por ser tan desordenado. Rebuscó una y otra vez en su bolso, sacando y revisando cada bolsillo de sus prendas para dar con la pequeña tarjeta.

No podía haberlo extraviado, ¿o sí?

No podía pasar eso, ¡se perdería de una gran ayuda!

Se pasó las manos por el rostro, algo desesperado, y peinó su cabello largo ―que comenzaba a crecer hasta un poco más abajo que sus hombros―, intentando hacer memoria.

Las palabras de Namjoon le retumbaron en la cabeza. Lo que les había dicho, antes de irse de la casa de Yoongi ya el día anterior, y por lo que se había estado sintiendo muy seguro de camino a Seúl.

¿No hay alguien que pueda ayudarnos? ¿Alguien que pueda orientar nuestro plan? No es que no crea en ti, Jungkook. ―había dicho el hombre, moviendo las manos en ademán de negar con ellas―. Pero, necesitamos a alguien. Un abogado, o algo.

Entonces la mente de Taehyung en aquel momento se había iluminado.

¿Un policía retirado sirve?

Soltó un suspiro de pesadez. Claro que era una buena idea, ¡un policía sí que podría ayudarles! era uno que le había ofrecido su ayuda, y había creído en él en vez de seguir las reglas usuales de su trabajo.

Era una gran ventaja.

Pero el problema ahora era, que no podía encontrar la jodida tarjeta que el oficial Jiyong le había dado la tarde que había estado en el café, la misma tarde que había quedado destrozado.

Se mordió los labios, enviando aquel recuerdo tortuoso lejos por al menos un momento. No podía congestionar su cabeza, no podía distraerse de lo importante. Tenía que enfocarse en buscar aquella tarjeta para poder contactar al hombre y explicarle la situación para pedir por su ayuda.

Esperaba que accediera.

Se puso el cabello tras las orejas y respiró hondo. Se inclinó entonces y continuó buscando. Sacó toda su ropa, y la dejó sobre la cama de Jungkook, que en la semana que llevaba quedándose se había vuelto casi suya.

Porque el idiota aún se negaba a dormir con él.

Pero no importaba, aquello no importaba porque no tenía porqué afectarle. El pelinegro era un tonto, siempre lo había sabido y aquello no iba a volverse un problema ahora. Además de que en primer lugar, estaba buscando una tarjeta importante, ¡no pensando en Jungkook!

Resopló, aún vaciando y tanteando con toda la paciencia que tenía entre sus ropas. No era posible que la hubiera dejado en su casa, ¿verdad?

No tenía sentido. El día que el oficial se la había dado también había ocurrido el incendio, y él recordaba haber guardado aquella tarjeta en su bolso antes de salir por la caja llena de granos de café.

Aún conservaba el mismo bolso, porque allí había empacado sus cosas.

Así que tenía que estar allí.

Se detuvo para pasar las manos por su cabello de nuevo, percibiendo que se estaba poniendo ansioso.

¿Y si no estaba allí?

¿Y si la había perdido?

¿Ahora qué harían?

¿Podrían por sí solos?

―Mejillitas... ―oyó susurrar en su oído, a la par que unas manos aparecían bajo sus brazos y le abrazaban la cintura. Se estremeció, y salió de su cabeza para darse cuenta de que Jungkook, detrás suyo, besaba su cabeza mientras lo estrechaba contra sí.

Control «KookTae» ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora