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Miró con inquietud en su corazón la pantalla del móvil que sostenía con las manos y reprimió un suspiro.

Llevó su dedo con lentitud hasta la pantalla y contó en susurros la cantidad de llamadas que le había hecho.

Nueve. Le había llamado nueve veces.

¿Por qué no le contestaba?

Lee Ha Neul se pasó las manos por las hebras pelirrojas de su melena y luego se tapó el rostro, sintiendo en su estómago un fuerte nudo de preocupación.

Porque llevaba llamando a su mejor amigo Taehyung por varios días y el hombre no le había contestado ninguna vez.

Porque en su inquietud por verle se había dado cuenta de que el café donde trabajaba estaba hecho pedazos.

Porque en su nueva urgencia y angustia había ido a su apartamento y nadie había abierto la puerta.

Inhaló hondo, y encendió y apagó la pantalla del aparato, comenzando a hundirse en un vacío de incertidumbre y preocupación que el no saber qué hacer le provocó.

Y se dejó caer en la cama de su dormitorio, odiando la manera en la que su cabeza se congestionaba de pensamientos.


[♦♦♦]

Jungkook subió las escaleras de su edificio casi con desaliento, odiando el olor a comida para gatos que desprendían sus manos aunque las hubiera lavado varias veces, y sintiendo pesar el shampoo de Taehyung en su maleta, subió los escalones hasta el segundo piso.

Estaba cansado.

Mucho más que cansado, los últimos días. Su cuerpo y su mente realmente pedían un descanso. Todo pesaba más de lo que había imaginado. Tener a Taehyung en su casa no era algo estrictamente simple aunque se hubiera esforzado en que así fuera: convivir con alguien, en especial con una persona que sabía como desatar aleatoriamente sus emociones, había resultado de todas las formas menos sencillo. Sus días se habían tornado en extremo extraños desde que lo tenía con él: las mañanas habían sido incómodas, las tardes silenciosas, y las noches pesadas.

Pensó que por el acuerdo sexual que habían hecho hace casi dos meses tendrían un mínimo de confianza. Pero se había equivocado de cabo a rabo.

Inhaló profundo llegando a su piso y buscando las llaves en el bolsillo de su abrigo. Ese día por fin había vuelto a su trabajo después de haber estado arreglando las cosas en cuanto a la situación de Ji Taehyung, milagrosamente no había tenido mayor problema que el trabajo acumulado y las miradas curiosas que Jimin y Dong-Yul le habían dado por su aparecer repentino, y lo agradecía.

No quería más cosas para lidiar en ese momento, ya era demasiado que hubiera ofrecido su ayuda en un problema con el cual no sabía lidiar del todo, ya era demasiado que incluso en su casa no pudiera estar relajado por la constante presencia de aquel castaño de cabello largo. Era demasiado, también, que no supiera porqué se comportaba de la manera que lo hacía.

¿Ayuda y hospitalidad? ¿Quién se suponía que era ahora, tan aparentemente gentil? Ni siquiera encontraba una razón lógica para justificarse.

Antes de que lograra meter la llave en la cerradura, un maullido tras él le llamó la atención. No pudo sorprenderse, porque se había vagamente acostumbrado a aquello. Pero lo que vio al darse la vuelta si le inquietó.

Se volvió con naturalidad, pero frunció ligeramente el ceño al ver al gato anaranjado del piso de arriba en los brazos de su vecino, Chung Hee, mientras escondía el rostro contra su pelaje. Jungkook parpadeó con lentitud, distinguiendo entonces que la espalda del chico que se encontraba sentado en las escaleras hacia el tercer piso se sobresaltaba y sollozaba casi de forma inaudible.

Control «KookTae» ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora