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El tiempo, aunque era idolatrado como el gurú sanador de todas las heridas, también era un traidor.

Un horrible y despreciable traidor.

O al menos lo era, para un Jeon Jungkook que abrió sus ojos escuchando el lejano sonido de la alarma, extendido en su cama doble; completamente solo.

La fugacidad de sus días se había vuelto una real perdición tortuosa y fastidiosa. Sus vagos esfuerzos, hacía ya más de una semana, sólo habían logrado hacer más profunda la sensación de incertidumbre y las corrientes de frustración viajeras en su cuerpo.

Porque había logrado que Taehyung se quedara, la semana pasada, un poco más con él bajo la excusa de decorar el patético árbol de navidad que ya quería desarmar pasada ya la nochebuena.

Pero no había servido de nada.

Sí, el árbol había quedado bonito. Ver los ojitos del chico ponerse brillantes por las decoraciones y robar besos húmedos de su boquita de vez en cuando no había estado nada mal.

En lo absoluto. Era justo lo que había querido.

Pero todo había terminado. El tiempo no había tenido piedad y lo había hecho irse.

Y de nuevo estaba solo.

Apagó la alarma y lanzó el móvil lejos, sin mucho cuidado, y enojado consigo mismo.

Nada de esa situación tenía sentido. Él había vivido solo casi quince años. Él no extrañaba a la gente -al menos sobrio, no- él era perfectamente independiente y había vivido de una manera muy tranquila sin necesidad de compañía.

Y él no había disfrutado, desde un principio, vivir con Taehyung.

Habían discutido innumerables ocasiones. Había estado irritado, desquiciado y enojado las veces suficientes para provocarse un problema cardíaco.

Pero maldición, ¿por qué se ponía así? ¿era que le había dado la compañía que su corazón había añorado a espaldas de su razón? ¿Era que finalmente había perdido la cabeza por él? ¿Qué? ¿Qué rayos era?

¿Qué rayos era, que ahora echaba de menos la presencia del hombre que más le había traído problemas?

Esa es la cuestión, Jeon.

El hombre respondió a su cabeza agarrándose con fuerza sus cabellos.

Ya no hay más problemas.

Y eso es lo que te aburre.

Suspiró. Dándose cuenta de que comenzaría otro día en el que estaría dando vueltas por su departamento con urgencia de algo que despertara sus emociones, limpiando más de la cuenta, en busca de algo.

Algo de Taehyung.

Algo pequeño, no importaba qué fuera.

Pero que al menos, le diera la excusa para ir a verlo.

Porque maldición, no lo había visto desde ese día.

Ni una sola vez.

Y para él no era suficiente sólo comunicarse de forma vacía por mensajes, como lo habían hecho de forma cortante últimamente. Porque por mensajes no podía escuchar su voz. Por mensajes no podía discutirle por algo. Porque no podía mirarlo a los ojos o besar su boca.

Y jodidamente extrañaba eso.

Maldición.

Se quedó mirando al techo, escuchando los alaridos de su corazón pidiendo tenerlo contra su pecho de nuevo. Sonrió sin una pizca de felicidad. Incluso con reñirle en algo estaría satisfecho.

Control «KookTae» ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora