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La cotidianidad dentro de sus golpes impredecibles, después de la reconciliación con Taehyung bautizándolos como pareja, había parecido amena y hermosa para Jungkook.

Después de esa mañana que habían pasado juntos, y un par de noches más que habían compartido después del trabajo, se habían vuelto inseparables. Verse, llamarse y mensajearse era ya casi una deliciosa rutina. Para el pelinegro era una nueva realidad a la que estaba dispuesto a adaptarse, después de todo, porque su corazón había aflorado con tanta rapidez y orgullo que intentar resistirse había sido tonto e innecesario.

Porque había caído con la mayor de las satisfacciones en los brazos de cupido.

Y ahora no quería salir de ellos.

De pasar meses reacio al contacto con su sentir, y haber buscado sensaciones pasajeras, ahora podía llamarse un enamorado.

Y no encontraba explicar la magnitud de su felicidad al admitirlo con orgullo. Y ser la victima de sus encantos.

Porque ahora el mundo le parecía bello. Y quería quedarse en en él con Taehyung.

No iba a cansarse de decir lo jodido que estaba.

Entonces entre sueños flotó en burbujas de café. El café que aunque almacenaba en su alacena, no había probado su paladar en años, el café impregnado en la piel de su amor, el aroma a café de su galería, el primer café que Taehyung le había preparado mientras ambos desayunaban después de jugar con los gatos—aún con aquel toque único de crema y azúcar que siempre había satisfecho sus excentricidades— y café, el delicioso café.

Sus sueños habían traído recuerdos que lo hicieron removerse y sonreír contra su almohada en la madrugada de su departamento: Taehyung mirándolo, Taehyung riendo, Taehyung bebiendo café con él antes de la media noche fuera de la tienda de conveniencia junto al acuario, Taehyung abrazándolo después de su primer encuentro íntimo, Taehyung mirándolo entre su piernas ido por el alcohol, Taehyung sonriéndole a los clientes del café, Taehyung gimiendo en su boca, Taehyung durmiendo sobre su pecho, Taehyung acariciando su mandíbula.

Taehyung, Taehyung y más Taehyung.

De nuevo, su cabeza se resumía a él. Ahora con el mayor de los placeres.

Pero sin quererlo, siguiendo el camino idílico, desató de nuevo con el mismo patrón el recorrido que años atrás le había llevado hasta cierto difunto.

Era curiosa la forma en la que llegaba a él. Pero si lo pensaba con cuidado —ojalá pudiera hacerlo dormido— era algo obvio que el castaño fuera aquella luz en la oscuridad que lo llevaba hasta él.

Jungkook en verdad no se sintió listo cuando volvió a sentir aquellas manos en su espalda, impidiéndole caerse.

Y supo que no podría evitarlo cuando en su vista se hizo una luz tan fuerte que lo dejó suspendido en el infinito de los Jamais Vu.

Su cabeza quedó en blanco.

Su inconsciencia se hizo profunda, y su corazón dejó de sentirse en el fondo de su cuerpo.

Entonces...

Lo escuchó de nuevo.

¿Quieres ayuda?

Su voz se hizo un eco infinito los primeros segundos, rebotando en todos los rincones de donde fuera que aquello sucedía. Jeon Jungkook se sintió pesado como el plomo al sentirse tan ido y desorientado.

¿Aquella voz no era de....?

Oh, joder.

De nuevo.

Control «KookTae» ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora