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El silencio es un refugio, Taehyung. No lo pierdas, no seas tan tonto. Deja de intentar salvar a otros cuando ni siquiera puedes protegerte.

Lo sé todo. Todo sobre Yoongi y las estupideces que metes en su cabeza. Déjalo en paz, déjanos en paz.

Aléjate si no quieres empeorarlo todo.

Aléjate si no quieres que te quite del camino a la fuerza.

Sé romper más que huesos, Kim Taehyung. Soy bueno caminando en la oscuridad y escabulléndome en silencio.

Así que no tientes a la suerte cuando el silencio no te ampara.

La pequeña nota escrita con caligrafía borrosa fue teñida de sangre en la palma herida de Taehyung. Hacía frío. Quizá más frío de lo que habría esperado estando envuelto en ropas y habiendo ajustado la calefacción varias veces.

Fuera sus ventanas se empañaban mientras la tormenta de nieve azotaba el cristal. Las luces de neón de la calle eran lo único que atravesaba la oscuridad de su apartamento.

No hay nadie. No hay nadie aquí.

En el tortuoso silencio de la habitación, todo parecía en calma. La gata negra dormía plácidamente sobre un montón de ropas en una de las esquinas y la habitación parecería una como cualquier otra, si no fuera porque en la esquina contraria se encontrara un nudo de mantas que intentaba no soltar ningún ruido.

O sollozo.

O siquiera el sutil sonido de su respiración.

Tenía que estar quieto, muy quieto.

Kim Taehyung frunció el ceño en conjunto con la rigidez de su cuerpo. Respiró lentamente sintiendo el temblor de sus extremidades y cómo un ardor le atravesaba el pecho y los pulmones.

No hay nadie. No puede venir nadie porque nadie abrirá.

En sus ojos las lágrimas se acumularon.

Sus uñas se encarnaron en sus brazos, y la fibra del papel que mantenía en su mano derecha abrazando su torso comenzó a deshacerse por la presión que le había ejercido en todas esas horas.

¿Por qué pasaba todo esto?

¿Ahora que haría?

En su cabeza una nítida imagen de aquel joven de cabello marrón y piel pálida apareció causando más estragos en el camino de su garganta.

Yoongi. ¿Ahora que pasaría con él si Ji conocía lo que habían hablado? ¿Cómo podría interferir o al menos advertirle, si parecía que Ji lo vigilaba?

¿Cómo podría quedarse allí, obedeciendo las amenazas del hombre que hacían su interior retorcerse de angustia?

¿Qué tanto era capaz de hacer Ji Taehyung?

Sollozó bajito, sintiendo algo denso y desagradable subir por su garganta, arañando en su urgencia de salir.

¿Realmente iba a buscarlo si hacia algo más?

Sus uñas hicieron más presión en su piel. ¿Ahora qué haría? ¿Qué pasaría con Yoongi y ese demente suelto?

Debía quedarse callado, no podía hacer ningún ruido. El miedo que había estado entumeciéndolo ahora se estaba volviendo una cruda paranoia. Su cabeza, congestionada de posibilidades cutres, lo estaba asfixiando.

Control «KookTae» ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora