―Taehyung... ―escuchó el mencionado en su oído izquierdo, recostado en su costado, sintiendo el aliento del ente contrario chocar en su oreja. En medio de sus sueños, con el raciocinio dormido y el corazón vulnerable, se removió hacia la fuente del sonido.
Aquella voz grave, algo ronca, y dulce lo atraía como imán. Siempre lo había hecho.
Porque la voz de Seokjin siempre había sido melodiosa y agradable. Recordaba quizá con demasiada precisión todas las ocasiones que le había susurrado cosas lindas mientras se quedaba dormido. No pudo evitar acicalarse, con su cuerpo rompiendo en olas torpes para captar al menos con sus poros aquel añorado sonido.
Lo había extrañado. Dios. Lo había extrañado tanto. Tanto, que su corazón aletargado comenzaba a despertar todas aquellas zonas que en su ausencia habían cesado funcionamiento.
―Taehyung... despierta... ―sintió de nuevo, junto a su oído, bajito, y con suavidad. Joder, él sabía. Él sabía ahora que despertaba de la pesadilla, de la pesadilla dentro de la pesadilla más larga que alguna vez había soñado. Estaba de vuelta. Él estaba de vuelta. Estaban de vuelta.
Fue entonces que su razón se estremeció en el fondo de su cabeza, cuando él se movió buscando sus manos. Las manos hacedoras de arte que lo hacían tan bonito y feliz cuando lo tocaban. Su aroma. También quería su aroma. Aquella oleada fría entre el iluso calor lo hizo fruncir un poco su ceño.
¿Cómo era que solía oler Seok? ¿Por qué ya no lo recordaba? quería pegar la nariz a su piel de nuevo para recordarlo.
Se removió en la cama e inhaló profundamente, buscando a tientas mudas. Olía a suavizante. Uno diferente al que solía usar en casa.
Se acostó sobre su espalda y cerró la boca que se dio cuenta que había permanecido un poco abierta. Apretó los ojos y suspiró mientras tomaba las fuerzas para abrir los ojos. Mataba por dormir otros diez minutos, pero tenía que ser consciente de lo que ocurría antes de su cabeza confabulara ideas extrañas. Porque Seokjin estaba allí y todo había sido un mal sueño, ¿verdad?
Abrió los ojos, haciendo esfuerzo por ver en la mitad de la oscuridad. Distinguió una figura a su lado, su rostro cerca. Su cabeza, aún adormilada, lo hizo sonreír. Su amor. Ahí estaba, ese tonto.
Él estaba bien, ambos en su casa. ¿Cuándo tiempo habría dormido para dejar a su cabeza maquinar hacia aquellos lares enloquecidos? Respiró profundo y se preguntó qué hora sería.
Quizá podría levantarse y arreglarse para salir a correr, si era lo suficientemente temprano. Ah, pero su cuerpo dolía tanto. ¿Por qué hacía frío si se suponía que estaban a la mitad del verano? ¿Qué era lo que desprendía un aroma a menta?
¿Y por qué le ardía el abdomen?
―¿Ya despertaste?
No debió ser tan brusca la manera en la que su corazón se obligó a detener su ritmo alegre. Mientras más orientado se halló, más abrumado de angustia se sintió. Pudo recordar donde estaba, qué tan roto seguía y la broma pesada que su subconsciente acababa de tender para él.
―¿Qué tienes para decir aún de noche, Jungkook? ―preguntó, bajito y con la voz algo ininteligible. Usualmente sería por la somnolencia, pero esa vez fue por el llanto que reprimió con fuerza en su faringe―. Déjame dormir, me arde la piel por las sogas... ―musitó.
―No es de noche, son las seis treinta. ―afirmó la figura que tomaba esos ojos neutros y el ceño en tensión. Taehyung sintió cómo se incorporaba y se sentaba a su lado. Abrió más los ojos y parpadeó intentando aclarar su vista por completo: fue entonces que distinguió la luz del día bajo las cortinas oscuras del cuarto del pelinegro.
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Control «KookTae» ©
FanfictionEn medio de la preponderancia y el saudade, Jeon Jungkook y Kim Taehyung se conocen. Si el dicho dice que los opuestos se atraen, en definitiva no aplica con ellos, y trae, como consecuencia, un enfrentamiento que sin fundamento los involucrará en u...