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—Hey, Número 2, quieto, ¡ah!— Taehyung regañó al pequeño felino que con torpe astucia intentó comer del concentrado de su madre Frida, el cual acababa de dejar dentro de su pequeño platito. Tuvo que tomar al travieso de la panza para llevarlo de nuevo con sus hermanos. —Entiéndeme un poco, aún estás muy bebito para comer algo tan pesado, ¿quieres un dolor de muelas?— el gatito regañado lo miró fijo antes de sentarse en su cama felpuda, junto a su madre. Frida, observando en silencio, se levantó con pereza para ir a comer. Desde que había dado luz hacían unas semanas, no había estado tan activa como lo era antes. Taehyung pensaba que era normal, eso le habían dicho en la veterinaria, así que no le echaba demasiada cabeza.

Después de todo, había visto a esa guerrerita dar a luz doloramente tres criaturas, así que la entendía, y ni la presionaba.

Pero esto de estar de niñero de 3 loquillos no era tan sencillo.

La gatita número uno, de curiosa, se fue de cabeza hacia el recipiente con agua. Taehyung gritó de susto y la sacó con rapidez, viéndola lamer el agua que de su nariz chorreaba hasta su pequeña boca, toda mojada y aturdida. El castaño alegó solo tomando una toallita que —gracias al cielo— tenía cerca mientras que Frida, abandonando su comida, se acercaba a su pequeña niña y la lamía, como queriendo secarla. Taehyung resopló intentando como pudo quitarle la humedad, y rindiéndose cinco minutos después, solo la dejó con su madre.

Se rascó la nuca y suspiró. Él debía calzarse e ir a la sesión mensual con la Doctora Kang. ¿Estaría bien si dejaba estos dos recipientes cerca de los tres vándalos?

Miró de reojo al gatito número tres, que se lamía las patitas con la tranquilidad de quien observa la marea desde una amaca, y relajó el ceño. Bueno, solo eran dos vándalos, en realidad. El gatito número tres era el más tranquilo.

Más serio, más neutro, desinteresado de su alrededor.

Más maduro y relflexivo que sus hermanos en el momento de hacer piruetas y daños.

Más insistente cuando se lo proponía.

Y más callado.

Todo eso sonaba demasiado familiar ahora.

Taehyung lo miró, y se inclinó para rascarle la pequeña cabeza. —¿Debería llamarte "Jungkook"? ¿Crees que sería demasiado?

El felino le devolvió la mirada, y el castaño sonrió. —Lo pensaré.— entonces se incoporó. Se dirigió después hacia Frida, que con su pequeña niña entre las piernas comía plácida. —Volveré en unos minutos a sacar todo lo que sea peligroso para tus primogénitos, Fridinsky. Pero debes prometerme que ayudarás un poco, ¡tenías que parir gatitos locos, ah!

Y así se hizo su camino a fuera, dejando la puerta del cuarto entrecerrada y caminando por la sala hasta los gabinetes de su entrada donde dejaba los zapatos. Alcanzó el mueble y sacó sus viejas converse negras, amigas de años, que dejó junto a la puerta para ir a tomar sus cosas.

Hoy la galería abriría al medio día por su sesión, así que no necesitaba salir con mucho. Guardó las llaves del almacén y del departamento en uno de sus bolsillos, y su móvil en el otro. Se peinó con rapidez sus hebras platinadas con el sol que atravesaba la ventana, y se volvió mirando que todo estuviera en orden para salir. Que no hubiera ninguna luz encendida o algo como eso.

Entonces un destello le chocó los ojos. Tuvo que cerrarlos de golpe, por instinto, y después de rascarlos con cuidado volvió a abrirlos, queriendo saber qué daba tal reflejo.

El pequeño objeto en el suelo brilló, como dando su entrada. Como reluciendo cual tesoro en su salita de estar. Taehyung se acercó y se agachó para tomarlo.

Control «KookTae» ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora