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Taehyung vio los ojos de Jungkook llenarse de lágrimas.

Aquella imagen le golpeó el pecho con fuerza, dejándolo pasmado, mudo y totalmente confundido.

Los dedos que sostenían la porcelana blanca de la taza de té temblaron, haciendo al material chocarse contra la madera de la mesa. La soltó de un golpe, accidentalmente brusco, provocando que se volcara y todo el té se regara en la superficie.

Ni siquiera ese impulso provocó que dejara de mirar fijo a Jungkook. Que con los orbes vidriosos y húmedos le sostenía la mirada. El pelinegro tampoco pareció notar el pequeño desastre que se había hecho en la mesa, demasiado congestionado de sentimientos, y saliendo del mar del tiempo para robar el aire que ahora la hacía falta. Lo había hecho, en verdad.

Le había dicho que lo amaba. Había confesado lo más importante. Lo que más había pesado. Lo que más había dolido.

¿Ahora qué se suponía que pasaría?

Sintió las lágrimas cálidas recorriendo su mejilla. Ahora rendido a la vergüenza, y sin intenciones de cambiarlo. Porque aquellas palabras habían sido una verdad oculta por demasiado tiempo, y ya no valía la pena hacer un revuelo por salvarse el pellejo. Llegado a este punto, sólo quería...

Palabras de Taehyung. Las que fueran.

No importaba, ahora. Se había dado cuenta, aunque doliera.

¿De esa forma era que funcionaba, entonces? ¿La gente confesaba sus sentimientos exponiéndose al rechazo directo? ¿Se arriesgaban de esa forma?

No tenía el sentido que deseaba encontrarle. Pero aquella realidad le ayudaba a no salir corriendo, esa vez. Ya había pasado. Ya, fuera cual fuera la consecuencia, solo le quedaba aceptarla.

La Doctora Kang le había hablado mucho de eso, antes. Asumir los efectos de las acciones era una de las cualidades de los adultos, había dicho. Tomando como adulto a toda manifestación de madurez emocional. En ese entonces él se había cuestionado cuántos, bajo esa regla, serían adultos realmente. Pero, ¿importaba? Todos en el mundo tenían su propio camino hacia la adultez, tuvieran la edad que tuvieran.

Esto, de alguna forma, era un paso más para él.

Así que no valía la pena huir. Ya, de alguna forma, no tenía el mismo significado que antes.

Ya que había caído por el abismo, sólo quedaba averiguar qué cosas le esperarían en el fondo.

Miró fijo a Taehyung, que genuinamente parecía haber visto un fantasma. El té derramado goteaba en los bordes, y su piel permanecía pálida haciendo un conjunto con sus grandes ojos brillantes. Entonces Jungkook, en medio de sus lágrimas, quiso reír.

¿Tan incoherente había sonado al decir que lo amaba?

Soltó una risa leve.

―Debo admitir que entre todas las reacciones que creí posibles, no me esperaba esta.― musitó, ni siquiera tomándose la molestia de limpiarse las mejillas. Aquella incómoda forma de llorar estaba calmando todo dentro de él. Liberándolo.

Taehyung entonces pareció salir de un trance. Espabiló, y abrió sus labios para dejar salir una exhalación entrecortada.

Bajó la cabeza, y miró como el té goteaba.

―¿Qué esperabas?― respondió, igualmente bajito. ―¿Que comenzara a gritar pidiendo explicaciones, como antes?

La cabeza de Jungkook se ladeó ligeramente.

―No tienes que gritar para pedir explicaciones.― respondió, repasando de nuevo con la mirada todas las facciones del hombre que tenía a la vista. ―Pero una explicación es algo que mereces, pienso yo.

Control «KookTae» ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora