096

39.5K 5K 8K
                                    

Taehyung no había necesitado una respuesta, realmente.

Jungkook no había tenido que darla.

Porque sus manos ahora estaban unidas mientras el castaño hacía el camino para ambos.

Caminaron juntos, hasta que Taehyung abrió la pequeña puerta lateral que había en el fondo de la bodega y se internó con el pelinegro en ella hacia un pequeño pasillo oscuro con conexión a unas escaleras.

Subieron en silencio. Con sus manos entrelazadas y cálidas.

Jungkook fue un silencioso espectador curioso, que tras Taehyung solo despegó la vista de su cabello castaño cuando una luz tenue se hizo al final del camino. Entonces una chispa de incertidumbre se había encendido dentro suyo. Iba a conocer el lugar de Taehyung.

¿Por qué estaba emocionándose?

Taehyung se volvió a darle una pequeña mirada al sentir un apretón en su mano, y notando aquella chispa curiosa como un brillo en sus ojos sonrió sin que pudiera verlo. ¿Qué era esa mirada, como de niño pequeño? En su estómago se retorció la ternura. Entonces agilizó su paso para llegar más deprisa.

Empujó la puerta que había dejado medio abierta hacía unas horas y se internó en su lugar. De repente mirando, sintiendo a Jungkook pararse junto a su hombro, que todo estuviera en orden. Detalló fugazmente su salita de estar con un sofá vino tinto largo y un par de puffs felpudos color negro a cada lado. Detalló su mesita de estar odiándose a sí mismo por la taza con manchas de café que había dejado desde la mañana, y se obligó a relajarse al darse cuenta de que no habían más discordancias; la barra que daba a la cocina solo tenía una bolsa de comida para gatos. Todo estaba, en lo que cabía, organizado.

Dio un par de pasos, pero se detuvo por la resistencia que puso el cuerpo de Jungkook aferrado a su mano. Entonces se volvió para mirarlo, dispuesto a preguntarle qué ocurría.

Sin embargo detuvo el impulso de hablar al notar que el hombre no parecía consciente de lo que hacía, y con los ojitos amplios y brillantes, observaba atentamente el lugar, como si éste fuera un museo.

Un atisbo de diversión se hizo en Taehyung, que enarcó una ceja y rió silenciosamente acercándose a él.

¿Cuánto rato llevaban tomados de la mano? Era una locura.

La mano libre de Taehyung tomó la mandíbula de Jungkook para atraer su atención. Su mentón se acunó perfectamente en su palma, como si así debiera ser.

—¿Qué tanto miras?— preguntó, sorprendiéndose de lo tímido que había sonado. ¿Qué era ese débil chillido que tenía por voz? Qué vergüenza.

Los ojos de Jungkook tardaron en llegar a los de Taehyung. El pelinegro parpadeó un par de veces antes de levantar solo una comisura de la boca para sonreír, y negó con la cabeza, como si se respondiera algo a sí mismo.

Antes de responder levantó su mano libre y pinchó con la punta del dedo la naricita de Taehyung. El castaño reaccionó soltando un respingo, y mirando con odio fingido al hombre, que rió cortamente y se acercó lento hasta que sus narices se rozaron.

Quedando a centímetros de sus labios, musitó:

—Tienes un lindo lugar.

Las cejas de Taehyung se levantaron, inevitablemente.

—¿Estás halagándome? Qué miedo. —respondió, provocando más risas en Jungkook. Risas genuinas. Risas que solo una persona soltaba cuando estaba en su zona de confort. Risas que solo alguien soltaba cuando era, en su totalidad, sí mismo.

Control «KookTae» ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora