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Jungkook caminó despacio, ya devuelta en su departamento. Sacudió su cabello con los dedos contra la toalla, sintiéndose fresco por la ducha recién tomada. Tras las ventanas, la furiosa tormenta de nieve a sólo una semana de nochebuena azotaba las ventanas, volviendo de fuera todo un paraíso -o infierno- helado y majestuoso.

Hacía un buen tiempo en el que no sentía sus hombros tan livianos. Sonrió de lado mientras caminaba. Todo había resultado bien ese día, y su persona estaba descansando, de verdad, en mucho tiempo.

Se preguntó, entrando a la cocina donde un Taehyung también recién duchado hacía la cena, si el chico también se sentiría así.

Lo esperaba, realmente.

Porque para algo se había esforzado tanto.

Su presencia no irrumpió con las actividades de Taehyung, afortunadamente. Se quedó contra el marco de la puerta y se permitió recostarse y observarlo.

El chico caminaba con agilidad por la cocina, preparando los alimentos como todo un profesional. Trabajar en el café le había dado sus gajes, suponía Jungkook, y estando allí con él le había permitido a su persona conocer tipos de alimentos que antes no se hubiera arriesgado en cocinar o sólo probar.

Jeon Jungkook era torpe en la cocina. Toda una marmota, paranoica por el desorden. Nada que admirar por ninguna parte. Y Taehyung había traído con su estadía un hilo de cosas nuevas, que al menos en cuanto a la cocina, habían estado bien.

El castaño, ajeno a su presencia todavía, se sorbió la nariz concentrado en hacer rollos de huevo, sintiendo pequeñas gotas de agua caer en sus pies descalzos.

Las gotas, provenientes de sus hebras mal secadas después de la ducha, acapararon la atención de Jungkook luego de unos segundos.

Siguió con la mirada las perlas de agua que se deslizaban en el aire. Parpadeó.

El chico goteaba cual ducha averiada.

Las gotas hacían relucir su cabello castaño, y las traviesas -infiltradas- que le recorrían las mejillas, se deshacían en su camino; probablemente por la calidez de su piel.

Casi parecía una caricatura. Como si se tratara de una pequeña tormenta andante.

Su propia pequeña tormenta andante.

No supo cuándo comenzó a mirarlo de forma tan intensa y concentrada. Pero no se detuvo, tampoco.

Bajó la vista, entonces, hasta sus pies para ver las grandes gotas de agua que relucían y chocaban con las baldosas, e instantáneamente una alarma se encendió en su cabeza.

Está ensuciando todo.

Sin embargo, otra voz de su subconsciente rechistó.

¿Qué importa? ¿No ves lo hermoso que se ve?

Sus ojos volvieron a subir hasta Taehyung, y tragó saliva, detallando con cuidado. Sí, se veía bello.

Mucho más que bello.

Mierda, sí, se veía hermoso.

¿Cómo unas pocas gotas podían darle a alguien un aspecto puramente etéreo?

Está goteando demasiado. Y esta cosa que estás sintiendo por ese castaño te está nublando el juicio. Se supone que no piensas en estas cosas para no alimentar más tus sentimientos.

Luego puede limpiarse el piso.

Después se volverá pantano. Y te hiciste una promesa a tí mismo.

Control «KookTae» ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora