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En esa, la segunda mañana en la que Kim Taehyung se encontró en el apartamento de Jeon Jungkook, supo que había algo disfuncional o atrofiado en él. No era algo que pudiera filtrar por sus principios. Ni siquiera era algo físico. Su cuerpo, además de renacer en esta cualidad de impulsivo, ahora estaba mandando deseos extraños a su cabeza.

Sintió los ojos ajenos en su frente. Quizás sonaba obstinado, ilógico. Pero era cierto. 

Porque él, como cualquier persona cuerda, la noche anterior debería haber insistido en irse y esforzarse en olvidar que había llegado a sus brazos, embriagado más de deseo que de licor. Tenía que hacerlo, y su razón no tenía alguna variable como para dudar de su opinión. Había sido él, inicialmente, quien había impuesto la distancia entre ellos. 

Pero ahora sostenía al hombre del brazo, cabizbajo, con su corazón latiendo desbocado y sus mejillas ardiendo por aquellas palabras que había acabado de pronunciar bajo la mirada del pelinegro contrario. 

Era como fijara su propia sentencia de muerte. 

«No quiero... irme.»

Cerró los ojos y los apretó, su mano seguía firme y agarrada contra el hombre. No parecía querer soltarlo, aunque su mente rogara porque lo hiciera. Habían tantas cosas cruzando por su cabeza, tantas cosas que le enredaban y lo ahogaban, que su cuerpo se paralizaba entre la lucha interna. No quería moverse, y estaba seguro de que no podría hablar. 

Dios, ¿no podía sólo apagar su cabeza? Quería explotar. Quería jodidamente hacerlo. 

Porque él no debería hacer esto, este acuerdo. Era más que obvio que no podía predecir en dónde iban a terminar si comenzaban. Ellos aún no se llevaban bien, ¿se dedicarían simplemente a saciarse en gustos tortuosos y miradas hostiles?

¿Cómo podía compartir algo tan íntimo como el sexo con alguien que no dudaba en insultarlo, hacerle daño y tenía esta extraña afición por corregirlo?

¿No deja de ser un daño cuando tú mismo lo disfrutas, Taehyung?

Sí. Estaba mal. Sentía que su cabeza estaba mal. Pero joder, ¿cómo podía la tentación estar tirando al lado de hacerle olvidar eso? No era un secreto para él que lo que comenzaba mal,  terminaba mal. Ellos ya habían roto demasiadas reglas. Ya habían caminado mucho más allá de la línea. ¿Qué pretendían?

Amasó el nudo en su garganta. ¿Por qué aún así lo quería?

Miró su mano agarrada a Jungkook, su piel lechosa y su brazo fuerte contra las yemas de sus dedos. ¿Por qué incluso ahora lo quería? ¿Por qué de solo mirar algo tan banal como su brazo su mente divagaba con ellas sobre su cintura, halando su cabello y alrededor de su cuello?

Tragó saliva. ¿Estaba jodido?

—¿Podrías explicarte? —preguntó Jungkook, de vuelta al mundo real, quizá más severo de lo que pretendía. El silencio del último minuto se estaba volviendo insoportable. Todo esto le resultaba tan desconcertante, que ya sentía el peso de la incertidumbre sofocarle el pecho. Todo era demasiado confuso para no desesperarse por respuestas. El resto de sus emociones permanecerían aturdidas hasta que pudiera devolverles su hilo conductor. 

No encontraba más que hacer que pedir una explicación.

Deseaba más que nada entender al hombre ahora. Sólo eso. Lo miró fijo. ¿Era tan difícil?

Taehyung abrió un poco los ojos, todavía mirando el suelo. Un poco harto con su cabeza, harto de sí mismo. Queriendo solamente dejarse caer y dejar de pensar. ¿No podía sólo dejarse ir?

Control «KookTae» ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora