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Sofocado por un peso en el pecho, abrió los ojos.

Su cuerpo, acalorado, emanó una ligera capa de sudor contra un cuerpo ajeno. Parpadeó con pesadez.

No fue difícil averiguar de quién era.

Aclarando su mirada, observó el techo, y la bombilla apagada en él. Los rayos de luz se colaron por las ventanas, dibujando líneas en las paredes y en todo a su paso. Debían ser, por lo menos, las ocho de la mañana.

Una fuerte punzada de dolor se le instaló en las sienes, haciéndolo despertarse más.

Inhaló profundo su propio aroma, mezclado con el de menta y de suavizante ajeno, y su cabeza, aperezada, intentó orientarse a las circunstancias mientras bajaba la vista al hombre que descansaba encima suyo.

¿Cómo habían terminado de esta forma?

Bostezó, sintiendo ganas de estirar sus músculos.

Él había estado en cama todo el día anterior. Podía recordarse a sí mismo con la cara en la almohada, en un punto muerto y doloroso de su cabeza. Había estado dando vueltas alrededor de su existencia por horas, olvidando comer, y perdiendo las ganas de hacer algo.

Tenía sentido, ahora, que su cuerpo se lo cobraba, con el líquido a punto de estallar en su vejiga, y sus tripas vacías haciendo sonidos extraños de hambre.

No había sido muy responsable de sí mismo.

Pero el día no había finalizado en aquello. Él se había levantado una vez, una sola vez para rebuscar en los cajones hasta dar con algún tipo de licor que tuviera Jungkook en casa. No se había sentido desesperado en el momento, pero la tristeza se había vuelto tan profunda que había pretendido ahogar sus pensamientos en la inconsciencia, y de ahí todo había tomado un giro radical.

Bastante radical.

Sin embargo, las dos botellas que habían permanecido en su sistema no lo habían atontado lo suficiente. Lo recordaba.

Su consciencia se burló de él.

Recordaba todo.

Entonces aspiró profundo, reviviendo con culpa en su memoria a su mano jalando a Jungkook hacia la cama con él, necesitado de compañía, necesitado de una conexión a lo real que había estado mitigando por lentas y tortuosas horas. Su corazón había estado un poco tranquilo por el licor, y todo el trabajo lo había hecho su cuerpo, casi a parte de su cabeza, solo enfocado en detener la expansión de aquel agujero en su pecho.

Pero Jungkook...

Jungkook había cedido a él.

Jungkook le había buscado en la oscuridad.

Jungkook...

Le había hecho el amor.

Su corazón se desbocó de su cavidad.

Y maldición, había sido por petición suya.

Suya.

Cerró y apretó los ojos de golpe. Intentó detener la corriente fugaz de preguntas que le cruzaron la cabeza.

Pero todas aquellas se reunieron en una sola. Una sola con el peso suficiente para hundirlo en aquel colchón.

¿Por qué había hecho eso?

Tragó saliva antes de volver a abrir los ojos, y simultáneamente, sus mejillas se tiñeron de un fuerte carmesí que le tocó las orejas y se fue hasta su cuero cabelludo.

Su corazón se agitó por la vergüenza que, inevitablemente, se le expandió por dentro.

Y cual padre protector, el hombre dormido, al escuchar el cambio en la frecuencia cardíaca del muchacho -ya que su cabeza había permanecido junto al diafragma del castaño y su oído pegado a su piel del lado izquierdo, casi monitoreando- abrió los ojos de par en par, casi como un búho en estado de alerta.

Control «KookTae» ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora