La fuerte ventisca hizo que las ventanas chillaran.
Ignoró el rubor de sus mejillas mientras le acariciaban el cabello. Había permanecido de aquella forma las últimas horas, solo suspendido en su cama, escuchando la respiración de Jungkook a su lado y con sus antebrazos ardiendo por la medicina. Sus ojos estaban cerrados, sus párpados cansados y sus pestañas húmedas por las lágrimas que aún salían sin su consentimiento.
Ahora estaba más calmado.
La habitación completa permanecía en silencio. No sabía cuánto tiempo había pasado desde que el hombre le había pedido que le indicara dónde tenía algo de alcohol para desinfectar sus heridas y luego de que las limpiara con algodón suavemente le llevara hasta la habitación. Jungkook, que se descalzó tardíamente y dejó los zapatos en los estantes que mantenía el castaño junto a la entrada, se había recostado a su lado, y con la cabeza apoyada en su mano le había estado consolando desde entonces.
Sí, consolando. Solo decirlo ya resultaba extraño. Y aunque era extraño a morir, su cabeza cansada no deseaba buscarle una razón. No en ese momento. Sólo se sentía profundamente agradecido por aquello y no quería cambiarlo.
Sin embargo, sintió el impulso de abrir los ojos, solo para mirarlo, detallarlo. Pero se quedó quieto un instante más, queriendo conservar más de aquella calma consigo. Su corazón se sentía agotado. Atascado y encerrado. Pero por solo un momento, quería concentrarse en otra cosa. En esa calma, en aquel sosiego que Jungkook había traído con su llegada.
Entonces abrió los ojitos, lentamente. Lo primero que vio fue la nieve cayendo afuera. Aquellos copos diminutos y blancos que le desagradaban tanto. No obstante, mirarlos de esa forma, lejanos al frío desde la cama, con las constantes caricias en su cabello, no les provocó el desagrado usual. No lo eran. No así. Así eran bonitos.
Sí, bonitos. Porque aunque eran fríos e incontrolables ventanas afuera, no le hacían sentir nada. Ya no había rastro del frío que solía calarle, del que siempre era víctima. La imagen era etérea solo alejándose de ellos.
De esa forma sí que eran bonitos.
Entonces volvió un poco el rostro, finalmente, para mirar a Jungkook. El hombre, recostado sobre el codo y con la cabeza ladeada, le miraba fijo, sin detener las suaves caricias que depositaba en su cabello con la mano libre. Taehyung tragó saliva ante sus ojos brillantes ―¿siempre habían sido tan brillantes?―, logrando casi reflejarse en ellos. Su cabello estaba desordenado, sus hebras invadiendo su frente. ¿Había estado ansioso? esa era su manía cuando algo lo tenía intranquilo. Era un poco extraño encontrarse reconociendo tales hábitos en el hombre, pero ellos pasaban mucho tiempo juntos. Era inevitable.
Pensó en un par de segundos lo horroroso que debía verse: con toda la cara roja, la nariz húmeda y los ojos irritados, y quiso avergonzarse, pero no logró. Su corazón parecía estar entumecido de emociones, saturado, incapaz de digerir nada. Entonces no importaba.
Así que solo lo miró.
Respiró a unísono con él.
Y permaneció concentrado a los movimientos de sus dedos en su cabeza. Las yemas ajenas atravesaban sus hebras, abrazando su cráneo con su suavidad. ¿Sus manos también podían ser tan agradables? resultaba muy dulce y satisfactorio. Le hacía sentir adormilado y lejano a su mundo.
Pero no quería dormir.
No.
Porque la mañana llegaría, y esto acabaría. Así que aún no, se dijo así mismo, atrayendo su atención al abrir sus labios. Jungkook lo miró cuando susurró, lastimado:
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Control «KookTae» ©
FanfictionEn medio de la preponderancia y el saudade, Jeon Jungkook y Kim Taehyung se conocen. Si el dicho dice que los opuestos se atraen, en definitiva no aplica con ellos, y trae, como consecuencia, un enfrentamiento que sin fundamento los involucrará en u...