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Taehyung se pasó el dorso de la mano para secar el sudor de su frente. Aquel jueves en la mañana, le habían permitido ir más tarde al trabajo, así que se dijo a sí mismo que se ocuparía de algunas de sus cosas.

Cómo por ejemplo, limpiar su departamento.

Era increíble la cantidad de desorden que incluso alguien como él podía ver. Trabajar arduamente todos los días y llegar exhausto a dormir no le había permitido ver la suciedad acumulada: su habitación era un completo desastre, su cocina necesitaba con urgencia un desengrasante y el suelo tenía marcas secas de pantano en la silueta de la suela de sus zapatos.

Después de haber limpiado la cocina y de haber pasado una escoba y el trapeador, resopló observando el desafío que lo esperaba.

No le mintió a su padre, cuando rechazando formalmente su invitación a almorzar por teléfono, había dicho que tardaría horas en arreglar su casa.

Hizo un puchero, sintiendo su cuerpo acalorado por el esfuerzo, y contó las pequeñas pilas de ropa que había en el suelo, en su escritorio, y en los rincones de la habitación.

¿Desde cuándo ensuciaba tanta ropa, si lo único que recordaba lavar y usaba todos los días era su uniforme?

Volvió a limpiarse el sudor que se le escapaba en las mejillas, y se acercó a abrir la ventana. La usual brisa de otoño no circulaba, así que frunció la boca y buscó una liga para cogerse el cabello. Se paró frente al espejo y lo recogió rápidamente.

Observó como el mismo impulso dejó salir algunas hebras que se convirtieron en un mechón. Torció las comisuras de la boca.

¿Cómo lograría que su cabello no se escapara?

Soltó un respingo, y sacudió con fuerza la cabeza, negándose a sí mismo la idea que se pasó por su mente.

«Sueles atarlo muy bajo, si lo recoges más alto como lo he hecho, no va a escaparse ningún mechón.»

El hecho de que su cabeza reprodujera la voz de Jungkook hizo que la irritación se le enredara en la boca del estómago.

¿Lo haría...?

¡No! ¡No iba a cederle!

Frunció el ceño mirándose aún en el espejo redondo de su habitación. El orgullo no era tan bueno, a veces.

Suspiró y se cruzó de brazos.

Si él... lo hacía, nadie tenía por qué enterarse, ¿Verdad?

Al fin y al cabo solo era una acción práctica.

Sí, ¡Eso! Solo algo necesario.

Nadie lo vería, nadie sabría que fue por él.

Casi de forma cínica y algo incoherente, asintió con la cabeza y se tomó el cabello, esta vez más alto, como había indicado el pelinegro.

No iba a admitir en voz alta que Jungkook tenía razón.

Y solamente le sonrió a su reflejo admirando su resultado.


[♦♦♦]

El viernes de aquella semana fue ligeramente más frío que el resto de los días. Llovía a cántaros, lo que obligó a  Taehyung a comprarse unas orejeras y un par de guantes. No estaban ni a la mitad del otoño y las temperaturas bajas ya azotaban con fuerza la ciudad, las flores preparándose para el violento invierno.

El pequeño café en una de las esquinas de un lindo vecindario en Seúl encendió su sistema de calefacción, y Namjoon, el pastelero, sugirió instalar un juego de luces y bombillas cálidas en las paredes. Después de que Yoongi —uno de los empleados—, las colgó, le fue inevitable no sonreír ligeramente por la agradable vista. Con ellas el lugar comenzó a desprender un semblante más hogareño. Todos los clientes imitaron al peli-marrón cuando lo vieron, y felicitaron por la adición a la decoración.

Control «KookTae» ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora