Esta historia es un fanfic de la novela turca El Secreto de Feriha.
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¿Qué ocurrió en los diez días previos a la boda de Emir y Feriha? ¿Cómo fue que realmente...
Prohibida la copia total, parcial o adaptación. (Seamos respetuosos con el trabajo ajeno).
AMOR SIN FINAL
Autora: Daiana Mibrani
Emir acababa de salir de una reunión de negocios en el Night. Estaba muy cansado puesto que uno de los proveedores se había puesto necio respecto a las nuevas tarifas de mercadería.
—Eso fue agotador —dijo Mehmet soltando un suspiro—. Qué bueno que viniste o habría terminado estrangulando a ese sujeto.
Emir esbozó una sonrisa.
—Mehmet, has trabajado mucho en los últimos días. Creo que deberías ir a descansar.
—No te preocupes, necesito hacerlo.
—Mira, imagino lo que debes estar sintiendo —habló refiriéndose a Seher—, pero tus padres realmente están muy preocupados por ti. Mejor ve, descansa, y si quieres en un rato regresas.
El hermano de Feriha llevó una mano hasta su rostro aceptando que su cuñado tenía razón, estaba exhausto y no quería ni imaginar cómo debería de estar sintiéndose su madre. Seguramente volvería a regañarlo en cuanto pusiera un pie en la casa.
—Creo que tienes razón —aceptó. Necesitaba tomar una siesta con urgencia.
Emir le dio una palmada en el hombro y se despidió de él. No había querido decirle nada respecto a la casa nueva ya que era mejor que Feriha y sus propios padres le dieran la sorpresa.
Cuando Mehmet salió del club, Emir tomó asiento en la barra dispuesto a revisar su teléfono, estaba seguro de que había sonado un par de veces mientras estaba reunido con el proveedor de bebidas.
—Veamos —murmuró tomando el celular. Tenía varias llamadas perdidas y un mensaje de texto de un número desconocido.
—Tiempo sin verte, Emir Sarrafoğlu —dijo una voz masculina de repente.
Emir dejó el teléfono y volteó con incredulidad hacia la entrada del club.
Yavuz Sancaktar caminaba con un andar despreocupado hacia él.
—Veo que te sorprende verme... Es extraño, no debería ser así —espetó con sarcasmo.
Emir se levantó del asiento, y sin siquiera pensarlo, acortó la distancia que lo separaba de Yavuz para tomarlo bruscamente por el cuello de la camisa.
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— ¿Qué demonios haces aquí? —cuestionó de manera intimidante.
El recién llegado sonrió de lado sin inmutarse por la cercanía de su contrincante.
—Veo que sigues siendo un pésimo anfitrión.
—No estoy para tus jueguitos.
Yavuz se soltó del agarre abriendo una brecha entre ambos.
