La idea de tener relaciones sexuales con un extraño no sonaba tan complicada hace una hora. Me da un poco de susto verle desprenderse del nudo de su corbata con tanta desesperación, como si se tratara de un león hambriento frente a una atemorizada cervatilla. No me extrañaría si, de repente, tirara un rugido y se lanzara sobre mí para devorarme con todo y ropa. Le veo desabrochar los botones de su camisa y librarse de su cinturón; tardo un poco en reaccionar para también empezar a hacer lo mismo, levanto la basta de mi sweater hasta quitármelo por completo y me quedo solo con el oscuro sostén strapless que cubren mis senos, dejando a aquel hombre embelesado por el tamaño de estos. Él no pierde tiempo y de un solo bajón se saca el pantalón, dejando a la vista un boxer blanco que se amolda hermosamente hasta la parte baja de su entrepierna, lo cual me roba el aliento, hace que pierda el susto y me hace rogar para que aquella bocanada de aire no sea lo único que vaya a tragarme esta noche. Así que de inmediato desabrocho el botón de mi jean y dejo al descubierto mi braga de encaje negro y mis recién depiladas piernas. Por suerte me rasuré completita esta mañana.
El empresario se aproxima acompañado de una mirada lujuriosa, una sonrisa coqueta y unas evidentes ganas de tocarme. Por su pausada y prolongada respiración es evidente que está conteniendo las ganas de enloquecer con mi cuerpo. Se detiene frente a mí y lleva las puntas de sus dedos sobre mis hombros, luego baja deslizándolos lentamente hasta navegar entre el canal de mis pechos, engancha un dedo entre las copas de sostén y con su otra mano desprende los broches tras mi espalda. El sostén cae al piso, frente a nuestros pies.
—Tus tetas son hermosas... —alaga sin apartar la vista de mis pechos—. ¿Son reales?
—Claro, no soy una muñeca inflable —susurro en su oído y adentro mis pulgares bajo el elástico de su boxer—. Soy cien porciento real, ¿quieres probarme?
Me agarra de la cintura y me empuja hacia la cama, caigo de espalda sobre el colchón y le espero acostada mientras le veo gatear hacia mí. Cuando ya lo tengo sobre mí, me agarra de las muñecas y aprisiona con unos fuertes agarres llevando mis manos por encima de mi cabeza.
—Sin ropa te ves mucho mejor —dice y luego lame sus labios—, en especial porque la que traías puesta era un montón de trapos viejos y de mala calidad.
—Irrespetuoso... —Levanto mi cabeza para atrapar sus labios entre mis dientes y, al lograrlo, muerdo su labio inferior dándole un estirón sin llegar a lastimarlo.
—Sin dudas, eres única. Eres la primera ranita dorada que no derrocha lujo.
«No entendí lo de ranita dorada, pero no importa».
Prensa la abertura de su boca sobre mi cuello y luego chupa suavemente, humedeciendo así la piel que recorre junto con el roce de su lengua. Suelta una de mis manos y la suya la lleva hasta mi pecho para iniciar una estimulante y excitante sesión de masajes. Sus labios y su lengua bajan desde mi cuello hasta mis hombros, sigue avanzando hasta llegar a mis pechos y permanece ahí chupando alrededor de mis pezones. Deja libre mi otra mano para usar la suya sobre mi humedecida zona íntima, sus dedos alcanzan un ritmo exquisito, una fricción casi nula; de repente, se detiene para tantear sus dedos chorreantes sobre mi rostro y luego sonríe como si hubiera alcanzado el mayor de los logros de la noche, pero lo que realmente me sorprende es ver cómo lleva sus dedos a su boca y los chupa como si se tratara de jalea de manzana.
«¡Diablos! Nunca nadie me había saboreado de esa manera». No puedo ocultar mi rostro asqueado.
Se baja de la cama para levantar su pantalón del suelo y del interior de un bolsillo saca un condón sellado. Aún acostada en la cama, contemplo el momento exacto en que se quita el boxer, abre el envoltorio del condón y lo enrolla en su erecto miembro, el cual no es exagerado ni tampoco deprimente, es decente.
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De Prosti a CEO - [Libro 2]
HumorMiriam Douglas es la universitaria con mayor índice académico de la facultad de negocios, es una mujer inteligente y ejemplar, nadie podría imaginarse que, por las noches, esta prodigio de los negocios ensucia su cuerpo para poder pagar los gastos d...