35. Nuestros secretos

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Aquí estoy, en la sala de reuniones del club, esperando a Madame Esther, porque dice que tiene que decirme algo muy importante antes de iniciar la noche. Mientras aguardo, mi mente divaga hacia el terreno de la sexualidad. Y es que, de cierto modo, las palabras de Gabriel cavaron groseramente en lo más profundo de mi mente.

No estoy de acuerdo en cómo Gabriel ve la sexualidad, para él, el hacer el amor es compartir algo especial con nuestra persona especial, es conectar con la parte más sensible de nuestro ser, un intercambio de emociones románticas. Dejando a un lado las sensaciones físicas y la necesidad de darle gusto al cuerpo.

Para mí, es como una forma de conectar con la vida. La gente siempre pone reglas y etiquetas a todo esto, pero yo creo que el sexo es algo natural, algo que nos hace humanos. Es perseguir el placer y la diversión, una búsqueda constante de sentirme viva y libre. Cada encuentro es como una película diferente, con su propio guion y escenas únicas, una aventura que se desenvuelve sin expectativas.

La frase "hacer el amor" para mí no significa un acto romántico y comprometido. Es hacerle el amor a la vida misma, celebrar la existencia con todos sus altibajos. En cada encuentro, no solo disfruto del cuerpo del otro, sino que también celebro la diversidad de experiencias que la vida tiene para ofrecer.

De pronto, Madame Esther entra a la sala de reuniones, se sienta frente a mí y me observa con seriedad, logra que mi cuerpo se tensione.

—Miriam, hoy tienes un cliente un tanto especial.

—¿Cómo? ¿Tiene algún tipo de discapacidad?

—No. Es líder de una mafia italiana.

He ofrecido mis servicios a toda clase de clientes: empresarios, políticos, narcotraficantes..., pero jamás a un líder mafioso.

—¿Qué tan malo puede ser? Digo, podría tratarlo como cualquier otro cliente y saldría feliz y satisfecho —digo, con el mentón en alto, orgullosa.

—A este tipo de clientes les gusta que le complazcas en todo; si quiere guindarte del techo, tienes que aceptarlo; si quiere sexo oral, lo haces. No puede hacerlo enojar; son personas muy peligrosas y con mucho poder destructivo. Si no le llega a gusta la noche, cuando llegues a casa la podrías encontrar incendiada.

—Mierda... ¿Así de jodido es?

—Sí.

—Bueno, no se preocupe, Madame, que aquel cliente va a salir de aquí con una enorme sonrisa y dejando un pago extra en su escritorio.

Esta noche, me propongo satisfacer los deseos que la mera presencia de Gabriel dejó danzando en mi mente. Voy a entregarme por completo, explorando cada rincón de la pasión en todas las posiciones imaginables. Mi meta es alcanzar un orgasmo que me deje completamente exhausta, una hazaña que no logro con todos mis clientes, ya que no todos despiertan mis deseos de la misma manera. Solo espero que este supuesto mafioso sea algo atractivo.

La habitación está impecable; el aroma dulce de un perfume de vainilla se siente en el aire, mientras la melodía envolvente de «Drive» de The Cars resuena sutilmente en el equipo de sonido.

Me paro frente a uno de los espejos de la habitación y me veo en él, acomodo mi postura sintiéndome en las alturas gracias a mis extravagantes tacones, los cuales resaltan la elegancia de mis piernas. El babydoll rojo carmesí que he elegido no solo cubre mi piel con una tela translucida, sino que levanta mis senos de manera seductora, alarga mis muslos y muestran parte de mis glúteos de una manera que despierta la imaginación.

El tono gris de mis ojos es lo único que se deja apreciar tras un antifaz que añade un toque misterioso a la escena. El maquillaje resalta mis rasgos, acentuando mis labios en un rojo vibrante y un delineado que crea una mirada intensa. Mi cabello rizado cae en cascada sobre mis hombros, dándole un toque de sensualidad salvaje a mi apariencia.

De Prosti a CEO  - [Libro 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora