44. La luz

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El desconcierto se refleja en la mirada de Gabriel cuando le doy mi respuesta. Estoy segura de que esperaba un sí rotundo, como si fuera un acuerdo sellado desde hace tiempo. Y habría sido así meses atrás, cuando recorría las puertas de varias empresas en busca de cualquier oportunidad laboral. Pero ahora las cosas son diferentes. Ahora, no puedo simplemente entrar en ese mundo siendo quien soy: la prostituta más codiciada de Londres.

—¿No? —insiste Gabriel, buscando confirmación.

—No —respondo, con determinación, pero con la mirada baja.

—¿Por qué? —comienza su interrogatorio, cruzándose de brazos—... ¿Te ofrecieron otro contrato?

—Sí.

La respuesta parece incomodar a Gabriel; golpea suavemente el tubo de la baranda y deja escapar un breve gruñido.

—Maldición... ¿Y en qué empresa te contrataron?

—En la misma en la que ya estoy.

—¿Ya te encuentras laborando en el mundo de los negocios? —pregunta, confundido.

—No, ojalá... —susurro, con un dejo de resignación.

Gabriel toma un profundo respiro y, con una mueca de preocupación, se pasa la mano por el cabello. Parece haber captado mi situación. Se acerca a mi oído y pregunta en voz baja:

—¿Mi esposa te ofreció ser una ranita dorada?


Asiento, aunque mi tristeza es palpable, una sombra que se refleja en mis gestos. Gabriel se coloca frente a mí, sus manos se posan con gentileza en mis hombros.

—Será mejor que hablemos de esto en otro lugar —sugiere, y asiento de nuevo, esta vez esbozando una sonrisa forzada en agradecimiento. Pero justo en ese instante, tras la espalda de Gabriel, diviso el semblante amargo y endemoniado de Giovanni Paussini. Detiene sus pasos, da media vuelta y se dirige hacia nosotros. ¡Maldición!

Amore mío... ¿Nos vamos? —su sonrisa, indiscutiblemente falsa, me hiela.

—¿Nos vamos? —repito, mostrando mi confusión.

Gabriel se hace a un lado para dejar espacio a Giovanni y comenta con sarcasmo:

—Vaya... ¿Ya son novios?

Vuelvo a clavar mi mirada en Giovanni, quien me observa con ojos amenazantes. Puedo leer claramente su expresión; quiere que actúe como su novia. El estúpido está celoso de Gabriel.

—No, él no es mi novio... Y no tengo por qué irme contigo, Giovanni. Tengo cosas más importantes que hacer —respondo con firmeza.

—¿Estás ocupada entonces? —me interroga Gabriel—... ¿Tampoco puedes venir conmigo?

«¡Gabriel, por favor, cállate!», grito en mi interior. Quiero ir con él, pero sin que este loco se dé cuenta.

—Tengo que ir a casa temprano, vienen los exámenes semestrales y necesito estudiar —me excuso, mostrando una sonrisa apenada.

Giovanni sonríe con cinismo, mientras Gabriel parece impresionado por mi respuesta.

—Eres grandiosa, mujer. Me encanta que seas tan responsable —elogia Gabriel, haciéndome sonrojar. Giovanni, por su parte, retoma su gesto de enfado.

—Es más —continúo—, necesito ir a la biblioteca para alquilar unos libros que necesito estudiar —añado, señalando hacia el interior del campus—. Así que... Si me disculpan.

Doy un par de pasos para alejarme, pero Gabriel da cuatro para alcanzarme y se coloca frente a mí, bloqueando mi camino.

—¿Te ayudo a llevar los libros hasta tu casa? —ofrece.

De Prosti a CEO  - [Libro 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora