88. Víspera de Navidad

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El veinticuatro de diciembre amanece lentamente, y la luz tenue del sol se filtra entre las cortinas. Abro los ojos y siento la calidez del cuerpo de Giovanni junto al mío. No quiero moverme. Su respiración profunda me calma. En el momento que abre sus ojos, se percata de que le he estado observado. Me acaricia la mejilla y me sonríe con esa mirada adormilada que me derrite.

Buongiorno, bella —murmura, su voz aún ronca.

—Buenos días —respondo con una sonrisa.

Él suspira y, de repente, se incorpora. Sé que tiene algo que decirme antes de que lo haga.

Devo partire temprano. Hoy Quiero tener tutto listo para la primera Navidad con mio bambino.

Me quedo en silencio por un instante, observándolo mientras se sienta al borde de la cama y se despereza lentamente, estirando los brazos hacia el techo. Luego, pasa una mano por su cabello, despeinándolo aún más, como si intentara sacudirse el sueño por completo, y se levanta con esa elegancia natural que tiene, dirigiéndose al baño sin prisa.

—Además, hoy es una buona día para el negocio. La polizia está más pendiente de carteristas que de otros movimenti.

La cruda realidad me golpea. Esto es lo que sería mi vida si me quedo con él: escuchar sobre envíos, ilegalidades, y esas sombras que lo envuelven a cada paso.

—Lo entiendo —digo finalmente, tratando de no dejar que mi incomodidad se note—. Yo también tengo planes. Mis padres todavía están en Londres, se están quedado en un hotel, pero van a venir mañana para pasar la Navidad conmigo, aquí.

Giovanni asiente, ya frente a la puerta del baño. Se detiene y me mira, como si entendiera lo que no me atrevo a decir en voz alta. Sonríe suavemente antes de entrar en la ducha, y me quedo ahí, reflexionando sobre lo que significa estar a su lado, con una ligera sensación de pesadez en el estómago.

Por la tarde, me dirijo al supermercado para comprar los ingredientes para la cena navideña. El aire fresco de diciembre se siente en la cara mientras entro en el supermercado, y el ambiente festivo es inconfundible: luces parpadeantes, decoraciones de Santa Claus y corchos de champán que adornan los pasillos. Las góndolas están repletas de productos festivos, y el aroma de pino y canela llena el aire. Mientras recorro los pasillos, selecciono los ingredientes para la cena, sumida en la atmósfera navideña y en los preparativos.

Al salir, cargo las bolsas en el maletero del auto y me dirijo al centro comercial más cercano. Mi lista de compras es extensa: ropa nueva para mañana, un regalo para mamá y otro para papá. No puedo olvidarme de Danna, la futura mamá. Aunque me resulta extraño comprarle ropa de maternidad, sé que es lo mejor, pues pronto la ropa que usa actualmente le quedará pequeña. Entra a una boutique especializada en maternidad y elijo un hermoso vestido navy con puntos blancos. Conozco bien la talla de Danna, así que le pido a la vendedora que me ayude a encontrar el tamaño adecuado para una madre de cuatro meses, con la esperanza de que marzo la sorprenda con un look encantador.

Cumplida mi misión en la boutique, mi mente empieza a repasar los rostros de las personas importantes para mí a quienes aún no les he comprado regalo. Entre esos rostros está Giovanni, y no puedo evitar dudar. ¿Debería comprarle algo? No quiero que lo malinterprete como un gesto romántico. Sin embargo, al pasar frente a la vitrina de Cartier, mis ojos se detienen en un reloj elegante y sofisticado. La caja rectangular, enmarcada en oro rosa, y la correa de piel negra parecen irradiar distinción. El cristal refleja un sutil brillo bajo la luz, mientras las delicadas manecillas doradas recorren una esfera minimalista. Es como si el apellido Paussini estuviera grabado en cada detalle de su diseño. No puedo evitar sentir una conexión inmediata con la pieza, y una voz interna me susurra que lo compre. Sé que, de no hacerlo, no podré despedir el año en paz. Así que termino comprándolo.

De Prosti a CEO  - [Libro 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora