Aquí estoy, en mi reino de luces cautivantes y ritmos seductores. Mi club nocturno, un lugar donde los deseos y las fantasías convergen en un baile hipnótico. Observo desde mi posición privilegiada y oculta entre las sombras mientras alimento mi ego de la energía eléctrica que fluye a través de la multitud. La noche está viva y cargada de anticipación.
Las luces cambian y la música sube de tono con un sensual «Time after time» de Cyndi Lauper, marcando el inicio de la actuación. Mis bailarinas, las reinas de las barras, se deslizan con gracia y poder sobre la plataforma elevada. Mis ojos siguen cada movimiento, cada giro y cada flexión. Es un espectáculo de destreza y sensualidad que deja a todos sin aliento.
Cada una de ellas tiene su propio estilo, su propio encanto. Sus cuerpos se entrelazan con el metal del poste, creando una danza que es a la vez provocativa y elegante. La destreza con la que manejan su arte es asombrosa, y no puedo evitar sentir una oleada de orgullo. Son verdaderas artistas, dominando su oficio con una confianza que inspira admiración. Esther ha hecho un increíble trabajo con ellas.
Los clientes están absortos en el espectáculo, hipnotizados por la belleza y la gracia que se despliegan ante ellos. Las sonrisas y los aplausos son una prueba de la conexión que se está forjando entre las bailarinas y el público. Es una sinfonía visual que despierta los sentidos y enciende la pasión.
Me sumerjo en la atmósfera, sintiendo la energía palpable que fluye en cada rincón del club, mi club, el santuario de autenticidad y expresión, un lugar donde las mujeres pueden encontrar poder en su sensualidad y los clientes pueden sumergirse en una experiencia única. Es un equilibrio delicado entre el arte y la provocación, y estoy fascinada por cómo cada bailarina lo interpreta a su manera.
—Murgos, tenemos un problema en el pasillo del pecado —la voz de Esther me quita la concentración y el deleite del ambiente.
Por supuesto, las trabajadoras sexuales son las responsables de culminar la noche de los clientes, dándole un espectáculo más íntimo. Si ellas no hacen bien su trabajo, de nada servirá aquel hechizo sexual que irradia de las bailarinas. Las trabajadoras sexuales no son las estrellas de club, ellas son genios de lámparas que cumplen los deseos de los clientes, la fuente principal de ingreso.
—¿Qué pasa, Esther? —Doy media vuelta buscando su mirada.
—Tenemos una alta demanda de clientes que quieren los servicios de Miriam. Son muy pocos los clientes que piden a las demás chicas. Las pobres están ganando la mitad de lo que ganaban antes.
—¿Y me traes una solución?
—Pues...
—No me traigas problemas si no vienen de la mano de una solución.
—Todo esto inició desde que llegó Miriam, tal vez...
—No —la interrumpo—, el problema no es Miriam. El problema está en las demás chicas.
—Pero es que las demás chicas nunca tuvieron problemas, todo inició desde que apareció Miriam. No sé qué estará haciendo o diciendo esa chica para que todos los clientes quieran regresar con ella.
Meneo la cabeza con negatividad, en total desacuerdo, respondo a Esther:
—Mejor pregúntate: ¿Qué les está haciendo falta a esas chicas? Miriam está cubriendo necesidades que ellas nunca cubrieron.
Esther pierde su mirada en el fondo del espectáculo, pensante y reflexionando sobre mis palabras. Luego me regresa su atención y afirma con la cabeza, parece que ya ha captado cual es el problema en todos esto.
—Entonces hay que reinventarse... —dice sin dejar de asentir.
—Exacto. Es más, Miriam podría ayudarte en todo el proceso.
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De Prosti a CEO - [Libro 2]
HumorMiriam Douglas es la universitaria con mayor índice académico de la facultad de negocios, es una mujer inteligente y ejemplar, nadie podría imaginarse que, por las noches, esta prodigio de los negocios ensucia su cuerpo para poder pagar los gastos d...