113. La verdad de Gabriel

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El aroma del café aún flota en el aire mientras Bárbara me acompaña a desayunar en la mesa de la isleta de la cocina. Ella lleva una camiseta holgada y un par de pantalones deportivos que parecen más míos que suyos, pero su expresión, a pesar de estar relajada en apariencia, muestra rastros de inquietud.

—¿Intentamos llamar otra vez? —pregunta de repente, dejando su taza a un lado.

No necesito que me aclare a quién se refiere. Danna ha estado ausente en nuestras vidas desde hace más de veinte días, y ambas estamos igual de preocupadas. Asiento, limpiándome las manos en una servilleta antes de levantarme para tomar el teléfono que está sobre la mesita de la sala.

Marco el número de la mansión Hikari, sintiendo un ligero nudo en el estómago mientras espero a que alguien conteste. No pasa mucho tiempo antes de que una voz femenina y educada responda del otro lado.

—Mansión Hikari, buenos días.

—Hola, buenos días. Estoy tratando de comunicarme con Danna —digo, enredando el cordón del teléfono en mi dedo índice con un gesto inconsciente de ansiedad—. ¿Sería posible que me la pase, por favor?

Hay un silencio breve, el sonido de fondo de la línea se amplifica como si alguien hubiera contenido la respiración.

—Lo lamento, es que la señorita Danna está dormida en este momento.

—¿Aún está dormida? —pregunto, frunciendo el ceño mientras miro el reloj en la pared. Las manecillas marcan las diez de la mañana.

—Sí, tuvo una noche complicada y está descansando —responde la mujer, cortés pero evasiva.

Bárbara me observa desde su asiento, sus ojos castaños reflejando la misma duda que siento. Cubro el auricular con una mano.

—¿Dormida? ¿A esta hora? —murmuro, para que solo Bárbara me escuche.

—Dile que la despierte —susurra Bárbara, inclinándose hacia adelante.

Pero sé que no puedo exigir tanto. Regreso al teléfono.

—Entiendo —respondo finalmente—. Por favor, dígale que Miriam le ha llamado.

—Por supuesto, señorita. Le pasaré el mensaje.

Cuelgo con un suspiro.

—¿Dormida? —repite Bárbara, claramente incrédula—. ¿A las diez de la mañana? ¿Crees que realmente está descansando o...?

—No lo sé. Podría ser el embarazo —respondo, aunque ni yo misma estoy convencida de eso. Danna nunca fue de las que pasaban demasiado tiempo en la cama, incluso con molestias.

—No tiene sentido —murmura Bárbara—. Algo no está bien, Miriam.

—Estoy de acuerdo —digo, sintiendo la incomodidad crecer en mi pecho—. Mañana hablaré con Gabriel. Quizá él pueda aclararnos qué está pasando.

Bárbara asiente, aunque no parece menos preocupada. La incertidumbre nos atrapa a ambas mientras nos quedamos en silencio, cada una perdida en sus pensamientos sobre Danna y lo que podría estar ocurriendo tras las puertas cerradas de la mansión Hikari.

Es lunes, y la semana comienza con una mezcla de entusiasmo y pensamientos positivos. Bárbara ya ha regresado a su casa, mientras yo estoy nuevamente en mi oficina, decidida a concentrarme en el trabajo y a mantenerme positiva en lo que respecta a la misteriosa desaparición de Danna. El bullicio de la oficina me rodea y me ayuda a mantenerme absorta en mis pensamientos mientras analizo los flujos de procesos que tengo frente a mí. Los gráficos, las líneas de conexión y las notas dispersas sobre el escritorio se convierten en mi refugio en esta mañana. Sin embargo, un ruido proveniente del pasillo irrumpe en mi concentración.

De Prosti a CEO  - [Libro 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora