55. Perspectiva de Danna Taylor #1

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Narrado desde la perspectiva de Danna Taylor:

Conocer a Miriam fue la mejor cosa que me pasó en la universidad; perderla ha sido lo peor que me ha pasado en la vida. ¿Sabes? A veces pienso en cómo alguien puede llegar a ser tan grandiosa. Es que no hay palabras suficientes para describir lo inteligente, amable y guapa que es. Desde el primer día que la vi en el aula, con su pelo esponjoso y esos ojazos grises que parecían mirar directo al alma de uno, escucharla con esa sofisticada forma de hablar que hipnotiza a cualquiera, desde ese momento supe que tenía frente a mí a alguien especial. ¡Y vaya que sí lo ha sido! Yo ya sabía que me gustaban las chicas, así que no fue difícil darme cuenta de que en poco tiempo terminaría locamente enamorada de ella.

Recuerdo cuando el profe de Historia Británica nos mandó hacer equipos, y adivina qué, ¡me tocó con ella! Fue como... no sé, como si ganara la lotería, pero mejor. En serio, cuando Miriam puso esos ojos en mí por primera vez, me quedé como tonta. Quiero decir, estaba paralizada, literalmente. Y luego, esa sonrisa que me regaló, fue como... como si me iluminara toda, como si me dijera: «relájate, de seguro estaremos juntas por el resto de nuestras vidas». Mi cuerpo y todo mi ser se relajó en ese momento. Nunca olvidaré esa sensación.

La vida era perfecta hasta que llegó Giovanni Paussini. Recuerdo claramente el día en que lo vimos por primera vez, a mediados del primer año, íbamos entrando al salón y Miriam chocó con él bajo la puerta. Miriam lo vio y fue como si intentara aspirar la hermosura italiana con aquella bocanada de aire que tomó al verlo. Para mí, era como si una sombra oscura se hubiera posado sobre nuestro pequeño mundo universitario. En aquel momento, los ojos de Giovanni reflejaban una mezcla de obsesión y atracción que me hizo sentir incómoda de inmediato. Otro chico más que caía rendido ante los encantos de Miriam, pero este resultó ser diferente. Giovanni se convirtió en el chico más admirado del campus, con su aire misterioso y su atractivo indiscutible. Era peligroso, porque juntos podrían lucir como la pareja perfecta, y eso despertó los celos en mí, para qué negarlo.

La situación ahora es un desastre total. Miriam se enteró de que soy lesbiana y que estoy enamorada de ella. En vez de entenderme o al menos aceptarme, lo que vi en sus ojos es desprecio y rechazo. No soporta lo que soy y ahora me detesta por eso. Me hace cuestionar si realmente conocía a la persona que pensaba que era mi amiga. Cada mirada de repulsión y cada gesto de disgusto me lastiman un montón. Noviembre ha sido un mes oscuro y triste, en el que me siento perdida y sola en medio de un mar de insignificantes rostros universitarios. Y para empeorar mi condición actual, estos mareos y esta vomitadera que me cargo me tiene mal, justo cuando empiezan los exámenes finales, empiezo a enfermar. Me hace preguntarme: ¿es esto cabanga? Si Miriam regresara a ser mi amiga, ¿me curaría de esta enfermedad?

Para entender mejor qué diablos me está pasando, me encuentro en la sala de espera de una clínica privada, aguardando los resultados de unos exámenes de sangre que me mandó a hacer el doctor. No estoy nerviosa, porque creo que lo mío es más bien psicológico, simple estupidez de la mente.

—Señora Taylor, ya el doctor tiene sus resultados. Puede pasar al consultorio —anuncia la enfermera.

Con cierta desmotivación, me levanto de la silla y me dirijo hacia el consultorio del doctor. Al entrar, noto en su rostro una sonrisa cargada de buenos deseos.

—Vamos, mujer, quita esa cara de tristeza y alégrate —dice mientras me acomodo en la silla frente a su escritorio.

Sus palabras me intrigan.

—¿A qué se refiere? ¿Alegrarme de qué? —inquiero.

—Danna, los resultados de tus exámenes indican que no estás enferma. De hecho, estás muy sana —dice el doctor con una sonrisa tranquilizadora—. Lo que estás experimentando en normal en tu estado. Lo que sientes son solo síntomas de un embarazo.

Mis manos se aferran con fuerza al borde de la silla. ¿Embarazo? No, no puede ser. Pero las palabras del médico no dejan lugar a dudas.

—Tendrás que comenzar a verte con un ginecólogo para iniciar tus controles prenatales y asegurarte de que todo esté bien tanto para ti como para tu bebé —añade.

Las lágrimas empiezan a brotar, desbordándose sin control. No puedo evitarlo, siento como si el mundo se me viniera encima. No quería esto, no ahora, no así. Inconscientemente, empiezo a negar con la cabeza, mi cuerpo empieza a temblar, estoy aterrada.

—¿No era deseado? —El doctor se acerca para consolarme, sin conocer la verdadera razón de mi angustia. Se agacha a mi lado como si fuera un amigo de confianza—. Piensa muy bien en el futuro de ese bebé, pero también en el tuyo. Por favor, no dejes de considerar tu propio futuro.

Al salir de la clínica, me siento como si el mundo me estuviera aplastando. Cada paso se siente como cargar una tonelada, y no puedo sacarme de la cabeza lo que el médico dijo. Mis ojos están hinchados por el llanto, y no puedo dejar de preguntarme qué diablos voy a hacer ahora.

El camino a casa parece interminable. Cada semáforo en rojo es como un recordatorio de lo que acabo de escuchar, y no puedo evitar llorar mientras manejo. Finalmente llego a casa, pero ni siquiera aquí encuentro consuelo. Me tiro en mi cama, y no puedo dejar de darle vueltas a todo en mi cabeza.

Durante la tarde, intento estudiar, pero no logro concentrarme en nada. Mis libros están abiertos frente a mí, pero no veo las palabras. Si Miriam me detesta, ahora lo hará más cuando se entere de que no voy preparada para la presentación de mañana.

Llegada la noche, cierro los ojos con la esperanza de poder dormir, pero mi mente está llena de pensamientos confusos y dolorosos. La noche avanza como un caracol, lenta y pesada. Me siento atrapada, sin encontrar salida. Los recuerdos de esa maldita noche vuelven una y otra vez, pero todo es borroso. Sin embargo, hay algo que tengo claro: el dolor y la sangre sobre un colchón son señales de que algo horrible sucedió aquella noche. Fui violada.

Es la mañana siguiente en la universidad y el campus está lleno de actividad. Entro al aula con la intención de repasar mis apuntes para la presentación de hoy. Giovanni ya está ahí, ocupando su asiento habitual, pero Miriam todavía no ha llegado. Supongo que se quedó estudiando hasta tarde, como siempre hace.

De repente, el aroma a pan recién horneado que todos los días proviene de la cafetería flota en el aire, desencadenando una oleada de náuseas en mi estómago. No puedo soportarlo más. Abandono apresuradamente el aula y me dirijo al baño de damas más cercano. Una vez dentro de un cubículo, me doy cuenta de que la sensación de malestar se intensifica y termino vomitando.

Después de limpiarme la boca y aclarar mis pensamientos, me siento en la tapa del inodoro, abrumada por la situación. La idea del aborto comienza a cruzar mi mente. ¿Por qué debería seguir adelante con este embarazo? Fue causado por una violación. Si continuo con este embarazo, me estaría condenando a revivir aquella terrible noche cada vez que mire a mi hijo a los ojos. No, ninguna mujer merece eso, ningún niño merece que su madre le mire con ojos de desagrado.

Mientras estoy sumida en mis pensamientos, me sobresalto al escuchar la voz de Miriam llamándome desde el otro lado del cubículo en el que estoy metida. Un escalofrío recorre mi espalda. ¿Cómo puedo enfrentarla después de todo esto?

De Prosti a CEO  - [Libro 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora