53. Un maestro en aquello

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Advertencia: Este capítulo es una de las escenas sexual más explícita que he escrito. Si no le gusta lo explícito, omita el capítulo. Y si no le gusta el spicy ¿Qué carajos hace leyendo esta saga? xD


El amor no interfiere en este momento, así que no hay lugar para el romanticismo. Sin embargo, mientras nuestros labios se encuentran en un apasionado beso, percibo una conexión que sugiere que Giovanni podría estar sintiendo algo más. Aunque estoy segura de que estoy malinterpretando las señales. Si quiere mantener su estatus como un respetado mafioso, enamorarse de una prostituta sería lo peor que podría hacer.

Nuestras lenguas se entrelazan en un juego sensual, cada roce es una chispa de excitación que despierta un deseo profundo en mí. Puedo sentir la erección de Giovanni bajo mi pelvis, lo que despierta en mí el deseo de tomar el control, pero me contengo, jugando con la tensión que existe entre nosotros, dejando que solo mis dedos acaricien su miembro.

—Si no hago algo pronto, tu amigo podría hacer añicos tu ropa interior —bromeo con un tono juguetón.

Per favore, salvami de este salvaje, haz que caiga —me responde con una sonrisa cargada de deseo.

—Está bien. Pero primero, disfrutaré torturándolo un poco —le digo con una sonrisa coqueta.

Mis caricias navegan por la curvatura de su cintura, llego hasta las caderas y aprovecho para bajarle el boxer. Mi cabeza desciende hasta sus muslos, y desde ahí empiezo a esparcir besitos. Dejo marcas de mi labial en su piel, pienso dejarlo con más manchas que un enfermo de sarampión. Mis labios llegan hasta su entrepierna, lo que le provoca abrirlas de par en par. Dios mío, este hombre está tan erecto, que fácilmente podría sacarme un ojo con aquella herramienta.

Mi sesión de tortura comienza con su testículo en mi boca, donde comienzo a estimularlo con movimientos suaves de mis labios y lengua. Alternando entre succiones delicadas y caricias, logro arrancarle algunos gemidos.

—Ponte el condón —le ordeno.

—¿Me la vas a chupar con condón?

—pregunta, mostrando cierta reticencia.

—Por supuesto, señor Paussini —levanto la mirada para conectar con la suya—. Ustedes los mafiosos son muy famosos por contar un harén de mujeres de compañía. No soy la única promiscua aquí.

—Mierda... Bueno, ok.

Una vez que se coloca el condón, continúo con mi sesión de tortura. Mi lengua traza un camino desde su testículo hasta la punta de su miembro. La punta de mi lengua se desliza sobre su punta y dejo pequeños besos sobre él. Mis manos se unen al juego, acariciando su entrepierna y ascendiendo hasta su trasero mientras le brindo un excelente sexo oral.

Cuando su miembro entra en mi boca, siento cómo se tensa y su pelvis se levanta. La fricción es suave y placentera, comienzo con un ritmo habitual, succionando y provocando gemidos, aumentando la velocidad para intensificar su excitación. Pero cuando sus embestidas se vuelven demasiado profundas, decido tomar el control, sujetando su miembro con una mano para evitar que penetre más profundamente.

Giovanni está perdiendo el control, lo que me lleva a detener el sexo oral. También necesito un poco de placer, estoy demasiado excitada para continuar.

Me coloco sobre su pelvis y deslizo mi ropa interior hacia un lado, comenzando a menear mis caderas de arriba abajo. Con nuestros movimientos coordinados, empezamos a estimularnos mutuamente. El roce sobre mi clítoris es exquisito, y Giovanni agarra mis caderas para ayudar a mantener el ritmo. Su respiración agitada y su pecho subiendo y bajando revelan el placer que está experimentando. Nuestros ojos se encuentran y compartimos una sonrisa cómplice.

De Prosti a CEO  - [Libro 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora