54. Última semana en el club

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El verdadero placer que toda mujer debería experimentar es aquel que solo he conseguido con Giovanni. Es increíblemente intenso, y se ha convertido en mi nueva debilidad frente a él. El italiano conoce cada punto sensible de mi cuerpo, sabe exactamente dónde tocar para encender mi deseo. Es peligroso tenerlo cerca en la universidad, así que decido irme a estudiar a los jardines traseros antes de que comiencen las clases. Mientras camino por el pasillo que lleva al exterior, diviso a una rubia de estatura mediana corriendo por el cruce a mitad del pasillo. ¿Está Danna enferma todavía? La preocupación se apodera de mí, y sé que no podré concentrarme en mis estudios con esta inquietud. Así que la sigo rápidamente hasta el baño.

Una vez dentro, la escucho vomitar. Me detengo frente al cubículo donde está, sin saber qué decir o hacer. Pero antes de que pueda articular una palabra, ella abre la puerta y nuestras miradas se encuentran, ambas con expresiones que mezclan la preocupación y la incomodidad.

—¿Estás enferma? —pregunto.

Danna frunce el ceño.

—¿Aún te preguntas si mi homosexualidad es una enfermedad? —responde en tono molesto, luego me pasa a un lado y se dirige al lavamanos.

Abre el grifo, empieza a hacer buches y a escupir. La noto pálida.

—Me refiero a que has estado vomitando desde ayer —aclaro.

—No es algo que debería importarte, Miriam. —Ella levanta la mirada y me observa desde el espejo, frente al lavamanos—. Preocúpate por tus asuntos; por ejemplo, mantener el primer lugar y graduarte con honores.

—El primer lugar lo tiene Giovanni.

Danna voltea a verme, mostrando una expresión de disgusto.

—¿Te dejaste quitar el primer puesto? Eso es mucho amor, ¿no? —dice sonriendo con cinismo y amargura.

—No digas tonterías, no estoy enamorada de Giovanni. Lo nuestro es solo... diversión.

Danna se queda observándome en silencio. Luego sacude la cabeza y se da media vuelta para salir del baño. Pero antes de cruzar la puerta, dice:

—Esta tarde visitaré a mi doctor. —Gira la perilla de la puerta y sale del baño sin decir más.

Después del encuentro en el baño, como tenía planeado, me dirijo al patio trasero del recinto universitario para estudiar antes de que comience el examen semestral de hoy martes. Encuentro un lugar tranquilo bajo la sombra de un árbol y despliego mis apuntes, tratando de enfocar mi mente en los conceptos clave que necesito repasar.

Luego, en el aula de clases, Danna está presente, pero se ve pálida y un poco perdida mientras resuelve el examen. Por otro lado, en el extremo opuesto del aula, Giovanni también está presente, trabajando a una velocidad increíble. Ni siquiera voltea a verme para no distraerse. Decido apartar mi atención de ellos y concentrarme en lo que realmente importa en ese momento: el examen semestral.

El examen se desarrolla de manera fluida y, para mi alivio, las preguntas resultan ser bastante accesibles. Los conceptos que he repasado en los días anteriores parecen encajar perfectamente con lo que se me solicita. Mi confianza aumenta a medida que avanzo, y pronto me encuentro respondiendo las preguntas con rapidez y precisión.

Giovanni es el primero en terminar el examen, observo cómo se levanta de su asiento con una sonrisa de satisfacción, sus ojos reflejan un brillo de triunfo mientras se dirige a entregar su trabajo al profesor. El italiano entrega su hoja con una seguridad que roza la arrogancia. No puedo evitar sentir una mezcla de irritación y admiración por su rapidez, aunque su actitud presumida no me sorprende en lo más mínimo.

De Prosti a CEO  - [Libro 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora