46. Pasión en la biblioteca

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En la universidad, Giovanni y yo nos encontramos en la biblioteca del campus, frente a los otros dos miembros de la presidencia del aula que nos ha tocado para negociar el contrato.

—Muy bien, Paussini. Es como lo habíamos acordado —dice el vicepresidente del otro aula.

Naturalmente, el precio al que le vendiamo los productos les deja un amplio margine para que elijan su precio di vendita al pubblico—añade Giovanni.

Me aclaro la garganta, tomando la palabra como presidenta de mi aula:

—Estamos de acuerdo en los términos de la negociación. Solo asegurémonos de que todos los detalles estén claramente especificados en el contrato final para evitar malentendidos en el futuro.

Giovanni se me queda viendo con desdén.

—Miriam, ¿futuro?... Todas estas negociaciones no tienen futuro, es ficticio y únicamente para ganar una nota. ¿Sí ricordi?

—Por supuesto que lo sé... Solo déjenme disfrutar de mi papel como presidenta, no se sabe si en algún otro momento volveré a tener este puesto —respondo con seriedad, cruzando los brazos en un gesto de determinación.

Los representantes del otro aula comienzan a reír, mientras Giovanni se limita a sonreír y sacudir la cabeza con cierta vergüenza.

Fue un trabajo arduo, pero al final resultó satisfactorio. No puedo dejar de sentirme orgullosa de mi equipo de trabajo, que incluye a todos los miembros de nuestra clase. Cada uno contribuyó de alguna manera: en la creación de los productos, en el análisis de oferta y demanda, en la fijación de costos y precios para lograr un margen de ganancia, en la investigación de mercado y los gastos administrativos. Otros se encargaron de redactar el contrato, y Giovanni y yo mantuvimos todo en sintonía. Ha sido un trabajo increíble, y el cliente se lleva un contrato que beneficia a ambas partes.

Ambos chicos se levantan de sus sillas y nos estrechan la mano como gesto de gratitud, dan media vuelta y me dejan a solas con Giovanni. De repente, Giovanni acerca sus labios a mi oreja y me susurra:

Amore mio, estuviste increíble como presidenta.

Volteo para mirarlo, encontrándonos cara a cara, muy cerca el uno del otro.

—Estoy harta de tu «Amore mio» —le respondo con firmeza.

Él me sonríe con picardía y, sin previo aviso, me da un beso. Lo maldigo, porque no le he dado permiso para hacerlo... Pero después, en medio de este cortocircuito cerebral que provocaron sus labios sobre los míos, mi mente hace click y entiendo que... seguramente Danna está cerca, seguramente nos ha pillado besándonos. Así que correspondo a aquel beso, corto y tierno, pero que arrastra crueldad y malas intenciones. Cuando me desprendo de sus labios, le susurro:

—Espero que Danna esté cerca.

—No lo está.

—¿Qué? —Exclamo en un tono de voz bajo.

—¡Menti, menti! —Responde entre risas—. Tu ex-amiga está a dos mesas de nosotros. No voltees a mirar, comportati normalmente.

Le sonrío, acaricio su mejilla y le pellizco juguetonamente.

—Espero que sea cierto.

—Lo es —Responde, sonriéndome como si estuviera realmente enamorado de mí... Y no lo está, ¿verdad? Solo es pura atracción física, deseos carnales...

De repente, tenerlo tan cerca me hace sentir incómoda... Un pequeño destello de aquella noche en el club me hace sentir un poco excitada. Maldición, necesito distancia.

—Iré a buscar un libro de estadísticas diferenciales.

—Pero...

Sin darle tiempo a responderme, me levanto y camino hacia las estanterías que guardan todos esos libros de matemática. No estoy segura si aquí está aquel libro, pero necesito controlar mis deseos, bajar la calentura. El pasillo, conformado por un estante y un enorme ventanal que deja filtrar la tenue luz del paisaje de otoño, huele ligeramente a polvo. Está apartado de todos, solitario, lo que me ayuda a recuperar la tranquilidad. Me siento en el borde de la ventana y recuesto mi cabeza sobre el cristal. Luego respiro hondo y pienso para mí misma: «No sientas deseos carnales por Giovanni Paussini, es un hombre peligroso». Por un momento mi cuerpo parece entenderlo, pero él me sorprende y hasta me asusta al aprisionarme entre sus brazos y el cristal de la ventana.

—¿Qué pasa? ¿No que venías a buscar un libro? —pregunta Giovanni, intentando mantener cierta firmeza en su voz.

—Apártate de mí, Giovanni.

—No puedes tenerme cerca por mucho tiempo, porque al instante te pones nerviosa... Dime, Miriam, ¿te gusto? —su voz suena desafiante.

—Giovanni, no puedo negar que eres guapísimo.

Y esa respuesta parece ser suficiente para él. Sus manos se aferran a mi mandíbula y me lleva a su boca para devorarme con sus labios. Es un beso ardiente, cargado de pasión y deseo, y extrañamente le correspondo. Hundo mis dedos en su cabello y lo acerco más a mí, revelándole involuntariamente una de mis debilidades: ese punto sensible bajo mi oreja. Sus manos se deslizan bajo mi minifalda y comienzan a acariciar mis muslos. Su excitación es palpable en su respiración agitada, pero esto está mal... Estamos en la universidad, en un lugar apartado, pero aún en el campus. Además, estamos a punto de graduarnos y quiero salir de aquí con un historial limpio.

—Gio... —Intento hablar, pero me interrumpo al abrir los ojos y encontrarme con la mirada de Danna, quien está al final del pasillo y ha llegado en el momento menos oportuno.

—D-Disculpen —balbucea Danna, antes de dar media vuelta y salir corriendo.

Giovanni se separa de mi cuello y voltea buscando la procedencia de esa voz.

—¿Esa era la voz de Danna? —pregunta, con una expresión de sorpresa y confusión en su rostro.

—Sí...

—Ya no le quedarán dudas de nuestra relación

—No... —respondo bajando la mirada.

Giovanni da un paso atrás y, por primera vez en este maldito mundo, parece preocuparse por lo que yo siento.

—¿Cómo te hace sentir todo esto? El haber lastimado a Danna de esta forma...

—Como la persona más horrible del mundo.

Le aparto empujándole sin ánimos sobre su pecho, él me permite bajar del borde del ventanal y darme paso para marcharme. No me sigue, me da el tiempo que necesito para pensar en todo lo que estoy haciéndole a Danna. Es cierto que no me gusta la idea de que yo le guste a ella, que me parece asqueroso, pero es un ser humano que no merece que le hagan sentir así de mal... Aquella vez en la fiesta de Halloween nos vio besándonos, pero ahora nos encontró en una situación más comprometedora, mas doliente para cualquier persona que ha vivido enamorada de aquello a lo que se están comiendo a besos.


De Prosti a CEO  - [Libro 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora