15. Travesura

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Mientras me lleva a la cama, Nick se fija en mis ojos a través del antifaz, con una chispa juguetona en su mirada y un tono suave, me dice:

—No he dejado de pensar en tu cuerpo, me tienes loco.

Ok, esto es malo.

No quiero que vuelva a solicitar mis servicios y tampoco quiero que se vaya a quejar con Madame Esther... ¡¿Qué carajos hago?!

Entonces se me ocurre algo que, tal vez, podría asustarle para que no se le ocurra regresar conmigo, algo que, a su vez, sea memorable para él y que suprima cualquier intensión que tenga de quejarse.

—Pues hoy te haré vivir algo que te hará pensar en mí aún más —digo en un tono suave y seductor.

Nick sonríe curioso, con aquellos ojitos azules brillándoles de pura travesura... Él ni se imagina.

—Dime, corazón ¿Te gusta el sexo anal? —le pregunto.

—Me encanta, bebe... No sabía que ustedes podían agregar eso a sus servicios —responde con un rostro que mezcla la sorpresa y la fascinación.

Le sonrío como villana de cuento de hadas a punto de cometer una fechoría.

Con rudeza, le sujeto del brazo y lo lanzo sobre la cama. Él se me queda viendo mientras me dirijo hacia la mesita de noche que está a un lado de la cama, abro la primera gaveta y de su interior saco un enorme pañuelo negro, se lo muestro sonriéndole con picardía y él me sonríe de vuelta.

Camino hacia los pies de la cama mientras hago girar el pañuelo en mi mano.

—Fantástico, me vas a vendar los ojos —dice Nick muy animado.

Con la sensualidad apropiándose de mis movimientos, subo de rodillas sobre el colchón y le tomo de la mano invitándole a quedar de rodillas frente a mí. Al quedar ambos de rodillas sobre la cama, cubro sus ojos con el pañuelo, lo amarro tras su nuca y, por último, me aseguro de que no se escape cualquier hueco visual.

Acerco mis labios a su oreja y le susurro sin perder el tono seductor:

—¿Estás listo?

—Sí, sí, sí —Nick responde extremadamente deseoso.

Hoy Nick viene usando una camisa manga corta de color mostaza que combina con el color de su cabello; enseguida se la empiezo a desabrochar. Una vez tengo su pecho descubierto frente a mí, empiezo a dejar pequeños besos en diferentes partes de su piel: sobre su pectoral derecho, a un lado de su ombligo, por donde se le marcan las costillas. Con cada beso, Nick se impresiona estremeciéndose sobre el colchón. La sorpresa de no saber en donde van a caer los besos, eso lo está matando, lo está disfrutando demasiado.

Le suelto la correa de su pantalón y jalo con fuerza para sacarlo por completo. Nick se emociona al ver que voy a empezar a encuerar la parte baja de su cuerpo.

—Eso, bebe, continúa así.

Desabrocho su pantalón y bajo el zipper. Le sujeto por los chicotes del pantalón y empiezo a bajárselo lentamente, con mis manos juguetonas y danzantes, recorro todo su muslo hasta llegar a sus rodillas, y ahí me detengo.

—Espérame así, no te quites la venda, ¿Ok?

—Ok —su respuesta surge temblorosa debido a las ansias que está sintiendo.

Hoy voy a intentar algo nuevo para mí y, al suponer que Nick no supera los cuarenta años, podría asegurar que esto también será una nueva experiencia para él. Este raro objeto lo encontré minutos después de terminar con mi primer cliente, en la última gaveta de la mesita de noche, un estrambótico juguete para caballeros que aún permanece sellado en su caja original. En el empaque del juguete se puede leer: Masajeador de próstata más anillo vibrador.

De Prosti a CEO  - [Libro 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora