Es la primera vez que Madame Esther me da información de un cliente, con nombre y apellido; aún más importante, me da a entender que Yonel Hikari es una persona extremadamente peligrosa, me lo ha dicho sin basilar y con una seriedad absoluta, sembrando en mí un par de incógnitas que me carcomen por dentro: ¿Qué le hace ser tan peligroso?... ¿Será capaz de regresarme una noche de tortura peor que la que yo le di? No, no lo creo, el cliente no pareció salir molesto de la habitación... Es más, le he hecho un favor: la próxima vez que ese hombre tenga sexo con una mujer, esos espermatozoides van a salir como si el mismísimo Zeus los hubiese lanzado.
Solo espero no volver a encontrarme con Yonel Hikari, porque si realmente es una persona peligrosa, no me gustaría estar metida en su mundo.
La Madame saca del bolsillo de su camisa una caja de cigarros y, sin importarle que estamos en una habitación cerrada y sin ventilación, le enciende fuego y empieza a fumar. La pequeña habitación empieza a oler al detestable olor del tabaco.
—Miriam, hay otra cosa que necesito hablar contigo —dice Madame Esther.
—Sí, dígame.
—No sé si habrás notado que hay cierta tensión entre las demás trabajadoras.
«¿Cierta tensión? Las cuerdas de una guitarra se quedan flojas frente a la tensión que estoy sintiendo cuando estoy con esas chicas... Mejor le cuento»:
—Pues..., la verdad es que sí, en especial cuando estoy con ellas, y no comprendo, si nos tratábamos muy bien.
»Al principio, pensé que podría ser solo una fase; quizás la luna estaba muy cerca; tal vez todas estaban en sus días pero me pareció demasiada coincidencia; hasta creí que algo apestaba en mi cuerpo, así que hubieron varios días en lo que me bañaba con bicarbonato. Pero después de un tiempo, me di cuenta de que algo diferente estaba sucediendo —cuento desahogando mis lamentos, en tono depresivo, dejo salir todo lo que pienso—. Cuando intento entablar una conversación, sus respuestas son cortantes y evasivas. Incluso en los momentos en que compartimos el vestuario, el ambiente se siente más tenso y con silencios incómodos.
»Me pregunto si he hecho algo para ofenderlas o molestarlas, pero no puedo identificar qué podría ser. ¿Acaso habré cometido un error sin darme cuenta? O quizás, alguien haya inventado algún chisme o rumor sobre mí. No puedo evitar sentir que hay algo que no me están diciendo, una especie de secretismo en el aire.
—Y justo de eso quiero hablarte.
—¿Ellas han hablado con usted?
—Tres de ellas.
Me duele esta situación, porque en este trabajo, la conexión con mis compañeras es esencial. Nos apoyamos mutuamente y compartimos experiencias similares. Pero ahora, me hacen sentir como si estuviera en una isla solitaria, sin saber siquiera por qué estas mujeres que solían ser amigables, ahora me miran de reojo.
—¿Cuál es el problema?
—Que ahora que llegaste, las chicas están ganando la mitad de lo que ganaban antes.
No soy bruta como para no entender el por qué, si mi agenta está llena hasta por dos semanas. Los clientes prefieren esperar días para estar conmigo antes que pagar por las demás chicas.
—Lamento que ellas tengan que pasar por eso, pero yo solo estoy haciendo mi trabajo —digo encogiéndome de hombros.
El semblante de la Madame se endurece mientras se cruza de brazos, ella no se ve muy conforme.
—No puedo indagar a los clientes, pero a ti sí... ¿Estás denigrando a tus compañeras frente a los clientes?
—¡¿C-Cómo se le ocurre decir tal aberración?! No soy de ese tipo de personas —respondo un poco molesta, sintiendo el calor en el sonrojado de mis mejillas.
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De Prosti a CEO - [Libro 2]
HumorMiriam Douglas es la universitaria con mayor índice académico de la facultad de negocios, es una mujer inteligente y ejemplar, nadie podría imaginarse que, por las noches, esta prodigio de los negocios ensucia su cuerpo para poder pagar los gastos d...