56. El día de la exposición

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Me despierto con un sobresalto al darme cuenta de que mi alarma no ha sonado. ¡Maldita sea! Me quedé hasta tarde estudiando y ahora estoy tarde para la universidad. Sin tiempo que perder, me visto rápidamente y salgo corriendo hacia el campus. Al llegar, me doy cuenta de que el profesor aún no ha llegado, así que respiro aliviada. Dejo mi mochila en mi asiento habitual y comienzo a llamar la atención de mis compañeros, como suele hacerlo la presidenta del equipo de trabajo. Todos voltean a verme y me prestan atención mientras les doy las últimas directrices para la presentación. Repaso el orden de las exposiciones y busco a los líderes de cada sección. Cuando llego al equipo de cuentas por cobrar, noto que Danna, la líder, no está presente. El corazón me da un vuelco. En minutos, el profesor llegará. De hecho, ya está entrando por la puerta del aula.

—¡Chicos, es hora de comenzar! —anuncia el profesor con entusiasmo, mientras se dirige hacia su escritorio.

Me inclino hacia Giovanni y le susurro, preocupada:

—Falta Danna.

Dannazione, ella tiene que exponer —dice en voz baja.

Me concentro en el equipo de recursos humanos y me acerco a una de mis compañeras.

—¿Has visto a Danna? —le pregunto con preocupación.

Ella me mira con sorpresa y asiente.

—Sí, se fue hace un rato. Parecía bastante mal. Creo que fue al baño —responde, notando mi preocupación.

La inquietud me embarga. Danna no está bien, lo sé. Probablemente sigue vomitando.

—Ok —murmuro, dando media vuelta hacia el frente del aula.

El profesor se observa y me sonríe esperando que comience con la presentación. Giovanni me mira con una expresión preocupada. Decido tomar acción. Camino hacia el escritorio del profesor y le explico:

—Profesor, falta una compañera del equipo. Está un poco enferma. Iré a buscarla al baño —le digo con urgencia.

El profesor asiente comprensivo.

—Está bien, Miriam. Tomate tu tiempo. Podemos esperar unos diez minutos —responde con calma.

Me apresuro hacia los baños, preocupada, no sé si por Danna o por no llegar a tiempo a exposición. Al llegar, escucho los sonidos de sus arcadas resonando en el espacio. Una sensación de angustia y asco me envuelve.

—¿Danna? —llamo suavemente.

No obtengo respuesta de inmediato, pero finalmente, después de un breve silencio, llega su voz.

—Ya voy, espérame en el aula —responde con un tono algo cortante.

Me siento incómoda con su respuesta, pero decido mantener la compostura.

—Le dije al profesor que regresaría contigo —replico con firmeza, tratando de transmitir la seriedad de la situación.

Danna sale del cubículo y me pasa por un lado para enjuagarse la boca. Nuestro encuentro es breve pero tenso.

—¿Fuiste al médico? —pregunto directamente.

—Sí —responde Danna, con una mirada evasiva.

—¿Y el doctor no te dio algo para el malestar estomacal o para quitar las náuseas?

—No —responde ella con un tono apagado.

Me exaspero ante su respuesta.

—¿Cómo es posible? ¿Por qué no te recetó nada? Ya deberías estar mejorando —reprocho, sin comprender el «por qué» de la falta de atención médica adecuada.

De Prosti a CEO  - [Libro 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora