83. Un discurso para recordar

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Giovanni camina con paso firme hacia el podio del anfiteatro, su toga ondeando ligeramente con cada movimiento. Su presencia impone, y aunque siempre lo he visto como una figura destacada de la escuela de negocios, hay algo en este momento que lo hace aún más admirable. No puedo apartar la vista de él mientras sube los escalones, avanza sobre el escenario y se coloca frente al micrófono.

Antes de empezar su discurso, Giovanni se toma un instante para observar la multitud que tiene delante. Sus ojos recorren el anfiteatro, deteniéndose en los rostros de los profesores, de los estudiantes, y finalmente, en los invitados. Es un momento de pausa, como si estuviera absorbiendo toda la energía del lugar. Su mirada se suaviza, y por un breve instante, me parece ver una chispa de nerviosismo en sus ojos, pero desaparece tan rápido como apareció.

Finalmente, toma aire y comienza a hablar, su voz resonando con claridad por todo el anfiteatro:

—Queridos compañeros, profesores, y, por supuesto, familiares y amigos, gracias por estar aquí hoy, compartiendo este momento tan especial con nosotros. Este es un día que muchos de nosotros hemos soñado desde que ingresamos por primera vez a esta institución. Y ahora, estamos aquí, en este anfiteatro, no como estudiantes, sino como graduados.

La sala permanece en absoluto silencio mientras Giovanni continúa, sus palabras cargadas de sinceridad y reflexión.

—El camino hasta aquí no ha sido fácil —su voz resonando con una claridad que parece llegar hasta el último rincón del anfiteatro—. Hemos enfrentado desafíos que, en su momento, parecían insuperables. Horas interminables en la biblioteca, noches en vela repasando conceptos que parecían no tener fin. Hubo momentos en que las dudas nos asaltaron, en que cuestionamos nuestras propias capacidades y nos preguntamos si realmente teníamos lo necesario para llegar hasta aquí. Pero, a pesar de todo, seguimos adelante, porque sabíamos que el esfuerzo valdría la pena.

Giovanni hace una pausa, permitiendo que sus palabras calen hondo en cada uno de nosotros. Puedo sentir la tensión en el aire, como si todos los presentes estuviéramos reviviendo esos momentos difíciles junto a él.

—Sin embargo —continúa, con un tono más suave—, este viaje no se trata solo de las dificultades que enfrentamos. Se trata también de los triunfos que celebramos, de las victorias grandes y pequeñas que nos recordaron por qué habíamos elegido este camino. Cada examen aprobado, cada proyecto completado, cada desafío superado, nos ha enseñado algo invaluable. Hemos aprendido no solo de los libros, sino de la vida misma, de las experiencias que compartimos dentro y fuera de las aulas.

Giovanni mira a la audiencia con una expresión que mezcla gratitud y respeto.

—Pero hay algo que hizo que este viaje fuera verdaderamente especial —su voz se suaviza, y una pequeña sonrisa se forma en sus labios—, y fueron las personas con las que lo compartimos. Los compañeros que se convirtieron en amigos, los profesores que se transformaron en mentores, y todos aquellos que, de una forma u otra, nos apoyaron en los momentos difíciles y celebraron con nosotros en los momentos de alegría. Este logro no es solo nuestro, sino de todos aquellos que estuvieron a nuestro lado, brindándonos su apoyo incondicional.

Mi corazón late con fuerza cuando su mirada se cruza con la mía, y no la aparta.

—Hay una persona a la que quiero mencionar en particular. Una persona que ha sido una fuente constante de inspiración y motivación para mí. Miriam Douglas.

Siento un nudo en la garganta cuando escucho mi nombre salir de sus labios. Todo el mundo voltea a verme, pero en este instante, yo solo puedo ver a Giovanni.

—Miriam, debo decir que, si no fuera por ti, este camino habría sido infinitamente más solitario y, francamente, mucho menos emocionante —dice Giovanni, sus palabras resonando con una sinceridad que me llega al alma—. Has sido mi competencia más feroz, mi rival más digna, pero también mi mayor fuente de inspiración y apoyo. Cada día, admirarte y competir contigo me ha impulsado a superarme, a no conformarme con nada menos que lo mejor.

De Prosti a CEO  - [Libro 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora