70. Una Rara Propuesta

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Murgos está frente a la puerta de la casa de Danna, y yo estoy a su lado, observando la reacción de mi amiga al ver a la dueña del club «La Rana que Baila» en su umbral. Danna parece sorprendida, su expresión vacila entre la curiosidad y el nerviosismo.
-¿Miriam? ¿Qué hacen aquí?
Murgos baja discretamente la mirada hacia el vientre de Danna, pero no hay rastro visible de su embarazo aún. Sé que Danna presiente que Murgos lo sabe todo, y me mira con una mezcla de incredulidad y reproche. Aprieto los labios y le confirmo con una sola mirada que dice: Ella lo sabe.
-¿Qué? ¡¿Le dijiste a tu jefa?! -Danna me reclama en voz baja, con un dejo de enojo.
-No, no... Yo...
Antes de que pueda explicarle, Murgos interviene con calma y brevedad:
-Fue Evans quien confesó todo.
La intriga en el rostro de Danna se intensifica, interesada en lo que tenemos que decirle, decide invitarnos a pasar.
Una vez dentro, Danna nos conduce a la terraza trasera, el lugar más privado de su casa donde podemos hablar sin ser escuchadas por su madre. Nos ofrece tazas de café caliente y nos sentamos alrededor de una pequeña mesa de jardín. El sol de la mañana ilumina suavemente el espacio, creando un ambiente íntimo pero sereno.
-¿Por qué él confesaría todo? -pregunta Danna, con voz apenas audible, mientras sirve el café-. ¿Qué ha pasado? ¿De qué me perdí?
Murgos toma un sorbo de café antes de responder, su mirada fija y seria en Danna. Le cuenta todo lo ocurrido en la madrugada: la noche de terror siendo interceptada por unos hombres encapuchados, cómo la durmieron y se llevaron a Stevan Evans, lo que le hicieron, y cómo ahora está incapacitado para regresar a trabajar y hacerse cargo del bebé. Danna permanece en silencio, desviando la mirada hacia mí, buscando mi reacción. Ella sabe que esto es parte de la venganza que yo orquesté y Giovanni ejecutó. Trato de leer su expresión: ¿esto le disgusta o le provoca alivio?
-Me siento culpable por lo que te pasó, Danna -dice Murgos suavemente.
-¿Por qué te sientes culpable? -pregunta Danna-. No eres tú quien me violó. No eres tú quien se emborrachó de manera tan irresponsable en una noche de discoteca.
-Yo lo llevé. Él estaba ahí por mí -responde Murgos, con firmeza.
-No tienes vela en este entierro, mujer -Danna replica con cierta molestia.
-Solo déjate ayudar, maldita sea...
-¡¿Ayudarme en qué?! -exclama Danna, visiblemente frustrada.
-¡En hacer tu vida más llevadera!..., en superar todo esto que acabas de pasar.
-Ya lo he superado -dice Danna, aunque su voz traiciona con un ligero temblor.
-Entonces, ¿por qué sollozas? -le pregunta Murgos con ternura y dolor a la vez.
Miro a Danna y veo las lágrimas que ha estado conteniendo comenzar a deslizarse por sus mejillas.
-Porque... -Danna finalmente rompe a llorar-, porque a pesar de todo, esto sigue doliendo. Y no sé cómo salir adelante sin sentirme rota por dentro.
-Quiero llevarte a vivir a la mansión Hikari -dicta Murgos con seriedad.
Danna parece sorprendida por la propuesta.
-Usted a mí no me conoce, ni yo a usted... ¿Por qué querría irme a vivir con una familia desconocida? -responde Danna, con una mezcla de cautela y curiosidad.
-Porque existe la posibilidad de que Stevan Evans decida tomar venganza al creer que tú está relacionada con su desdicha. Después de todo, fuiste su última víctima.
Noto cómo un fugaz escalofrío recorre el cuerpo de Danna.
-¿Y su familia me va a ofrecer seguridad? -pregunta Danna, buscando asegurarse.
-Mi familia es muy poderosa, Danna -asegura Murgos con confianza, aunque una ligera molestia se asoma por lo difícil que Danna se ha puesto.
-¿Y usted confía en mi como para meterme en su casa?
-Te acabo de decir que tengo mucho poder... Dime algo que no sepa de ti, Danna.
Danna luce asustada, pero al ver la amable sonrisa de Murgos, comienza a relajarse un poco.
-Es que... no quiero vivir de gratis en su casa. Prefiero luchar sola por mi bebé.
Murgos le deja claro a Danna que no va a vivir mantenida en su mansión. Le ofrece un trabajo como su asistente administrativa en el club, recordándole que su profesión es la administración de empresas y que confía en que hará bien su trabajo. Danna, sin prejuicios respecto al entorno de un club nocturno, acepta la oferta de Murgos. No solo acepta el trabajo, sino también la propuesta de mudarse a la mansión.
-Danna... No estás relacionada con todo lo que me pasó ayer, ¿verdad? -la interroga Murgos, con una mirada intensa.
Danna traga saliva, me lanza una mirada breve, y luego responde:
-No, apenas me acabo de enterar.
Murgos la observa detenidamente, sopesando sus palabras. Finalmente, asiente y su expresión se suaviza un poco.
La conversación se disuelve en un silencio reconfortante, cada una de nosotras inmersa en nuestros pensamientos. Sin embargo, un sentimiento nuevo comienza a surgir: una conexión más profunda y un propósito compartido. Lo que antes era una amistad entre Danna y yo, ahora se extiende para incluir a Murgos. Parece que estamos iniciando una nueva amistad entre las tres, un vínculo que promete ser fuerte.
Caída la tarde, nos encontramos nuevamente en la misma terraza. Sobre la mesita de jardín hay una caja de pizza, vasos desechables y una botella de gaseosa. Las tres estamos fluyendo en medio de una conversación más espontánea, deslizándonos hacia comentarios jocosos y divertidos.
Murgos comienza a contar anécdotas hilarantes de sus momentos de soltería, cuando vivía sola en uno de sus apartamentos.
-Cuando abrí la puerta de mi apartamento, ¡no lo podía creer! -dice, con una sonrisa traviesa-. Estaba frente a un apuesto, alto y fornido técnico de aires acondicionados. Lo invité a mi dormitorio, y no a lo que están pensando, cochinas; sino que ahí es donde estaba el aire acondicionado que necesitaba mantenimiento.
Danna y yo nos reímos, anticipando el giro de la historia.
-Cuando ese hombre empezó a rociar agua con su pistola de presión sobre el aparato, vi en cámara lenta cómo las gotitas de agua empezaban a caer sobre él -continúa Murgos, haciendo una pausa dramática-. Me preguntó: ¿Le molesta si me quito el t-shirt? Es que no me lo quiero mojar... Y yo pensé: ¿Le molesta si me quito el panti? Es que no me lo quiero mojar.
Las tres estallamos en carcajadas, la imagen mental de Murgos lujuriando al técnico es demasiado divertida; sus expresiones sueles ser demasiado espontaneas.
-Por favor, Murgos -comento entre risas-. Seguro ese hombre ya sabía que le tenías ganas, por eso se quitó el t-shirt.
Murgos asiente con una sonrisa pícara.
-Lo vi en sus ojos, Miriam, ese hombre también me deseaba. Así que no dudé en decirle que podía quitárselo.
-¡Oh, por Dios! Ya hasta me puedo imaginar la escena... -agrega Danna, entre risas.
-Me quedé sentada al borde de la cama, observando esa espalda con músculos perfectamente marcados y esos brazos fuertes que se alzaban hacia el aire acondicionado. Cuando terminó de limpiar, volteó a verme, todo mojado por el agua, y me mojé, por supuesto -ella cuenta, haciéndonos reír-. Me puse de pie frente a él y deslicé mi dedo índice sobre sus humedecidos pectorales. Le pregunté: ¿Quieres una toalla para secarte el cuerpo... o prefieres secarte con las sábanas de mi cama?
Murgos y yo volvemos a reír, mientras Danna observa con una expresión de confusión en el rostro.
-¿Se secó con las sábanas? -pregunta Danna, incrédula, no comprende el trasfondo.
-Se secó con mis sabanas, pero después lo mojé con mi sudor -responde Murgos, acompañando su respuesta con movimientos pélvicos obscenos.
Las tres soltamos las carcajadas, Danna roja como un tomate, finalmente captando la situación.
-¿Sudor? ¿Y el aire acondicionado? -pregunto entre risas, incapaz de contenerme.
-Apagado, porque la arrechera era más intensa que la capacidad de pensar -responde Murgos con seriedad, aunque el tono sigue siendo jocoso.
Danna está completamente roja de tanto reír; realmente se ve feliz, más relajada. Debe haber sido muy duro para ella pasar por todo esto y estar sola, sin nadie que la ayudara a subir el ánimo como lo estamos haciendo Murgos y yo. Me alegra que todo vuelva a sentirse como antes.
-Murgos, eras muy tremenda cuando estabas soltera, ¿eh? -le pregunto curiosa.
-Ella tiene cara de que no encontró a su media naranja, la media naranja la encontró a ella -bromea Danna, entre risas.
-¿Qué cosas dice esta mujer? Claro que estaba buscando. Solo que, mientras estaba buscando a mi media naranja, me estaba echando a todo el frutero -responde Murgos con una sonrisa pícara, haciendo que las dos estallemos en carcajadas de nuevo.
Luego de una tarde llena de risas y anécdotas compartidas, Murgos y yo nos preparamos para despedirnos de Danna. Antes de salir de su casa, nos encontramos con la madre de Danna en la sala. Sus ojos se posan con curiosidad en Murgos, claramente intrigada por la presencia de alguien tan refinada y elegante en su humilde morada. Murgos, al ser más alta que la mamá de Danna, baja la mirada en un gesto de saludo y le dedica una sonrisa cortés. Danna, un tanto dubitativa, no parece segura de presentar a su madre, pero Murgos se adelanta con confianza:
-Usted debe de ser la madre de Danna, un placer conocerla, señora -dice Murgos, extendiendo su mano con elegancia.
Ambas se estrechan la mano, aunque la señora Taylor la saluda con cierta desconfianza.
-Sí, ¿y usted quién es? -pregunta, curiosa por la presencia de Murgos.
-Soy familiar del bebé que está esperando su hija, el abusador es mi hermano -miente Murgos, añadiendo un toque dramático a la situación.
La madre de Danna parece aturdida y en shock, pero cuando Murgos menciona ser parte de la familia Hikari, su rostro se ilumina.
-¡¿Usted es una Hikari?!
-Sí, señora. Me presento: soy Murgosia Hikari, esposa del CEO de la gran empresa Hikari.
-¡Claro, sé quién es el Sr. Gabriel Hikari! -ríe nerviosa-. He escuchado de ustedes en las noticias; su empresa familiar es todo un imperio.
Murgos sonríe con confianza y asiente.
-Sí, así es.
-¿Y qué hace aquí?
-Vine a hablar con su hija; a partir de mañana, Danna comenzará a vivir en la mansión Hikari. La familia quiere que este bebé nazca y crezca entre nosotros. A su hija no le faltará nada, señora.
-No se diga más, ¿dónde tengo que firmar para que se la lleven? -dice en tono de broma, aunque su comentario cae mal en todas. Es evidente su materialismo.
Mientras observo a Murgos y a Danna intercambiar palabras, no puedo evitar cuestionar las verdaderas intenciones de Murgos. ¿Por qué tanto interés en llevar a Danna a vivir a su mansión? La duda me asalta, pero no logro encontrar una razón convincente para desconfiar de ella. Murgos siempre ha sido directa, y aunque su propuesta parece genuina, me preocupa que Danna haya sufrido demasiado como para arriesgarse a confiar en alguien que podría volver a lastimarla. Sin embargo, hasta ahora, Murgos no ha dado señales de querer abusar de su confianza, y eso me da un resquicio de tranquilidad.

De Prosti a CEO  - [Libro 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora