108. Yonel y su planta de producción

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El ascensor desciende suavemente hacia la planta baja, y aunque el viaje dura apenas unos segundos, siento que el tiempo se extiende interminablemente. Edward se mantiene a mi lado, hablando con su habitual entusiasmo, pero yo apenas puedo concentrarme en sus palabras. Mi mente está atrapada en un torbellino de pensamientos, todos girando en torno a Yonel. ¿Cómo reaccionará al verme aquí? ¿Qué dirá? ¿Sabe algo Edward sobre mi vida pasada? Respiro hondo, intentando calmarme, pero el aire me parece pesado.

Cuando las puertas del ascensor se abren, me encuentro ante un escenario completamente diferente. La planta de producción es imponente. El techo, altísimo, deja colgar enormes lámparas industriales que iluminan el lugar con una luz fría y blanca. Las máquinas, dispuestas en filas organizadas, producen un zumbido constante que llena el espacio. A medida que caminamos, noto el aroma distintivo que impregna el aire: una mezcla de uva fermentada y un ligero toque a alcohol que me resulta agradable. Es como si el lugar tuviera vida propia, con trabajadores en uniformes azules moviéndose con precisión por las áreas delimitadas.

Intento mantener la calma mientras avanzamos hacia una oficina ubicada al fondo del lugar, un espacio cerrado con paredes sólidas pintadas de un color neutro, con una pequeña ventana que apenas deja entrever parte de la actividad de la planta. La puerta de madera oscura se alza frente a mí como una barrera inquebrantable, y con cada paso que doy, mi ansiedad crece. Yonel está detrás de esa puerta. Mi corazón late con fuerza descontrolada, y para evitar que me tiemblen las manos, las aprieto en puños, sintiendo la frialdad de mis uñas contra la piel.

Edward, con su habitual entusiasmo, se adelanta y abre la puerta sin dudar. Yo me quedo un segundo atrás, como si mi cuerpo se resistiera a cruzar ese umbral. Pero lo hago.

En cuanto entro, ahí está él. Yonel. Está sentado detrás de un escritorio de madera oscura, con papeles y una computadora distribuidos frente a él. Levanta la mirada al escuchar el ruido de la puerta, y en cuanto sus ojos me encuentran, su expresión cambia por completo. Por un instante parece completamente desconcertado, como si no pudiera creer lo que está viendo. Luego, su mandíbula se tensa, y sus ojos brillan con una mezcla de sorpresa y furia contenida.

—Mimarie —deja escapar, con una voz baja y cargada de significado.

Siento que el suelo se desmorona bajo mis pies. Mi cuerpo se queda completamente congelado, incapaz de reaccionar. El sonido de ese nombre, mi antiguo nombre artístico, me golpea como un trueno.

Edward, de pie entre ambos, gira la cabeza hacia Yonel, confundido.

—No, no, te equivocas, Yonel —dice, con una pequeña risa para aliviar la tensión—. Su nombre no es Mimarie. Es Miriam. Miriam Douglas, nuestra nueva analista de negocios.

Yonel se reclina en su silla, pero su rostro ahora está rojo, y no hay duda de que no es por vergüenza, sino por rabia. Sus ojos se clavan en los míos, como si quisiera atravesarme con ellos.

—Claro —murmura, con un tono helado mientras fuerza una sonrisa tensa—. Un gusto conocerte, Miriam.

Es en ese momento cuando, por fin, Yonel conoce mi verdadero nombre. Y algo en su mirada cambia. Un destello de sorpresa y, por un segundo, parece dudar.

Edward parece notar la tensión, pero lo atribuye al ambiente profesional. Sonriendo, intenta aligerar el momento.

—Bueno, Yonel, ¿por qué no le explicas un poco sobre el área de producción? Miriam estará trabajando estrechamente con este departamento.

«Para mi desgracia, posiblemente es donde más estaré metida».

Yonel se pone de pie, ajustándose la chaqueta de su traje, y su presencia parece ocupar todo el espacio. Su tono frío es como una barrera impenetrable.

De Prosti a CEO  - [Libro 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora