25. Perspectiva de Marthuski

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Narrado desde la perspectiva de Marthuski.

Estamos en plena madrugada del domingo, y la discoteca está repleta de personas que parecen haber perdido la noción del tiempo. La canción «Like a Virgin» de Madonna retumba en mis oídos mientras intento mantener mis ojos abiertos en este ambiente que se ha tornado pesado. En otras circunstancias, estaría saltando y bailando bien alocada porque están sonando mi canción favorita, pero, que va, estoy abrumada y un tanto aburrida, viendo como las bailarinas, Murgos, Miriam y su amiga se divierten, beben y se convierten en el centro de atención de la discoteca. Bajo el área VIP, varios las observan como diosas inalcanzables, y es que es entendible, estas chicas se mueven de forma cautivadora y alucinante. A Miriam le ha hecho bien aquellas prácticas de pole dance, y que decir de sus expresiones llenas de seducción, que superan cualquier intento que nosotras —las trabajadoras sexuales— pudiésemos hacer.

Miriam es una vende patria. Vino solo para saludarnos, intercambió unas palabras con Nadina y luego regresó con el grupo de las bailarinas. Parece ser la única trabajadora sexual que es aceptada por el grupito de Tenté, y, sobre todo, la favorita de Murgos. ¿Y cómo no serlo?, si gracias a ella, el club ahora tiene más ingresos y clientes.

A un lado tengo a Valquiria, quien ha sido vencida por el sueño. La rubia se encuentra inoperativa, acostada sobre el largo sofá en el que estoy sentada.

«Si no fuera por el fuerte estruendo de la música, te escucharía roncar, ¿ah cabrona?».

En cuanto a Nadina, ella tuvo que retirarse antes de que se hiciera de madrugada, ya que tenía que ir a buscar a sus hijos a la casa de su hermana.

Justyna corrió con más suerte esta noche. La mujer se encontró con un cliente que le propuso una noche con buena paga, ella aceptó y nos abandonó. Y la entiendo, cuando se presentan oportunidades de negocios de este tipo, uno no puede negarse.

Soy la única representante de las trabajadoras sexuales que aún se mantiene consciente; cierto, aún está Miriam, pero ella ya no cuenta como trabajadora sexual, ahora es una híbrida.

Creo que ya debería irme, así que, antes de retirarme, decido ir al bar para pedir una copa más.

Me levanto del sofá y paso a un lado de las bailarinas, sintiendo como Miriam me sigue con la mirada. No le tomo importancia y empiezo a bajar las escaleras metálicas que dan acceso a la zona VIP.

El alcohol en mi cabeza me tiene un poco mareada, pero estoy bien, mi equilibrio aún me permite bajar sin problemas por las escaleras.

Ya en medio de la pista de baile, me veo rodeada por luces de neón y el estruendo de la música. Las luces parpadean frenéticamente, creando un espectáculo de colores que se refleja en los rostros de los presentes. El humo de las máquinas se mezcla con el sudor y el olor de diferentes sustancias, creando una atmósfera casi surrealista. Es como si el tiempo se hubiera detenido y estuvieran todos atrapados en un bucle de diversión y desenfreno; y yo aquí, fuera de aquel bucle, contrastando entre personas que van tambaleándose por los efectos del alcohol y las drogas.

Al llegar al bar, veo que los bartenders sirven copas tras copas, son muchas las personas que están pidiendo licor. Por suerte, uno de los bartender me ofrece su servicio en el instante en que poso mis codos sobre la barra.

—Señorita, ¿qué le sirvo? —el bartender pregunta en un tono acelerado.

—Un martini.

—Enseguida.

No demora mucho en poner la copa de martini sobre la barra, frente a mí. Luego deja caer una aceituna en el fondo de la copa.

—Aquí tiene señorita.

De Prosti a CEO  - [Libro 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora