Un manto de tensión se teje alrededor de nuestra mesa, y todos fingimos que no pasa nada, moviéndonos al ritmo de My Prerogative. Giovanni asiente al compás, mientras Bárbara se mece de izquierda a derecha, simulando estar despreocupada mientras contempla la zona VIP al otro extremo de la disco. Yo, de pie junto a la silla, meneo mis caderas sutilmente, intentando distraer mi mente con la música de fondo. Frunzo el ceño al ver que un chico regordete pasa torpemente tras la espalda de Danna, provocando que choque de frente con Bárbara. Mi rostro cambia drásticamente al notar lo que sigue: una situación extrañamente incómoda y, al mismo tiempo, cargada de una química inesperada. Los ojos de ambas chicas se conectan brevemente, pero se desvían rápidamente, solo para enfocarse en los labios de la otra. La música contribuye a la atmósfera cargada de seducción. Bárbara sonríe con una coquetería abierta, mientras que Danna, ligeramente sonrojada, parece atrapada entre la sorpresa y el deseo... Lo veo y no lo creo.... No puedo evitar sentir curiosidad por ver la expresión de Giovanni, y me sorprende que simplemente ignore la escena, aunque noto una ligera tensión en su mandíbula, como si resistiera el impulso de mirar hacia ellas. Pobre estúpido, la escenita que se está perdiendo: es evidente que Bárbara podría atreverse a besarla, pero Danna no lo permitiría. Ella odia ser el centro de atención y teme ser criticada. Sabe que, en un lugar como este, un beso entre dos chicas podría atraer miradas desaprobadoras, repudio y malestar en las personas que le rodean. Pero a Bárbara, ese tipo de cosas probablemente le importe una mierda.
De repente, Bárbara se inclina hacia el oído de Danna y le susurra algo. Danna asiente de inmediato, y en sus labios leo un «sí». Me quedo con la intriga de saber qué fue lo que Bárbara le dijo.
El momento se ve interrumpido por los mismos dos chicos que las habían invitado a bailar hace un rato. Danna y Bárbara intercambian miradas cómplices y, con una sonrisa divertida, deciden regresar a la pista. El chico con el que bailé no ha vuelto a aparecer, y, para ser honesta, eso me tranquiliza. Verlas bailar tan despreocupadas me reconforta, especialmente por Danna, que ha tenido el valor de volver a una discoteca después de lo que pasó aquella vez.
—Bailemos —una única palabra llega a mi oído derecho, susurrada en un cálido acento italiano, provocándome un escalofrío inmediato.
Me giro lentamente y quedo frente a Giovanni. Nuestros rostros están tan cerca que puedo sentir su cálido aliento rozando mi piel. Sus ojos, verdes y profundos, me sostienen con una intensidad que me hace olvidar el bullicio a nuestro alrededor. Me toma de las manos y acerca sus labios a mi oído buscando hablarme entre el estruendo de la música:
—Lo siento —su tono de voz alto, cargado de sinceridad. No es el tono arrogante al que estoy acostumbrada—. He actuado como un stupido.
Su confesión me toma por sorpresa, y mi respiración se detiene por un segundo. Giovanni baja la mirada brevemente, como si le pesara haber dejado salir esas palabras, y luego la vuelve a alzar hacia mí, con una chispa traviesa que es imposible ignorar. Busca hablarme nuevamente al odio.
—Pero, ¿sabes? Es colpa tuya. —Sonríe de medio lado, ese gesto que tiene el poder de descomponerme por completo—. Per verte tan linda esta noche, Miriam. Me vuelves loco.
Mis labios se entreabren, a punto de responder algo, de reprocharle su falta de autocontrol, pero las palabras se disuelven antes de formarse. La música, la luz tenue que juega con nuestras sombras, el calor de su cuerpo tan cerca del mío... todo parece conspirar en este instante. Giovanni se inclina ligeramente, y yo, casi de forma inconsciente, acerco mi rostro al suyo. Hay un latido de duda, como si el mundo se detuviera en la pausa entre nuestras respiraciones.
Y entonces, nuestros labios se encuentran en un roce suave, casi tímido, como una incógnita en el aire. Pero pronto se convierte en algo más firme, más decidido. Giovanni me envuelve con sus manos, una en mi cintura y la otra en la base de mi nuca, mientras yo me dejo llevar, hundiéndome en el calor de su abrazo. Mis dedos suben instintivamente a su cabello, aferrándome a ello, como si necesitara un ancla para no perderme en el torbellino de emociones que me sacude.
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De Prosti a CEO - [Libro 2]
HumorMiriam Douglas es la universitaria con mayor índice académico de la facultad de negocios, es una mujer inteligente y ejemplar, nadie podría imaginarse que, por las noches, esta prodigio de los negocios ensucia su cuerpo para poder pagar los gastos d...