El amanecer del día de mi graduación llega con el tenue resplandor del sol invernal filtrándose por mi ventana. Me despierto con una mezcla de emociones difíciles de describir. Los nervios son inevitables, la felicidad de volver a ver a mis padres va acompañada de una ligera tristeza que se cuela en mi corazón. Porque quería enorgullecerlos, mis invitados especiales en esta ocasión, vienen desde Ashbourne solo para vivir este momento tan importante. Realmente quería que me vieran subir al podio y que escucharan mi discurso... Mierda, no puedo evitar pensar en eso. Aun así, trato de recordarme a mí misma que no tengo nada de qué quejarme. Después de todo, he logrado graduarme entre los tres mejores promedios de la universidad, y eso es un logro que no muchos pueden decir. Es un sueño hecho realidad. He alcanzado algo que siempre soñé: graduarme en la mejor universidad de Londres y hacerlo con un índice académico que cualquiera admiraría.
Voy a la cocina y preparo un desayuno ligero: una taza de café negro y un par de tostadas con mermelada de frambuesa. Mientras como, intento calmar mis nervios, recordando que este es el día que he estado esperando durante años.
Después del desayuno, me dirijo al baño y disfruto de una ducha larga y relajante, dejando que el agua caliente disipe cualquier resto de ansiedad. Elijo con cuidado la ropa que usaré para la ceremonia: un vestido de corte clásico, elegante y sencillo, en un tono azul marino que siempre me ha parecido sofisticado. Me arreglo el cabello con esmero, dejando caer mis definidos risos sobre mis hombros. Me maquillo con un toque natural, resaltando mis ojos con un delineado sutil y un poco de brillo en los labios. El toque final es mi perfume favorito de Chanel, que rocío suavemente en mis muñecas y cuello, envolviéndome en su aroma.
Antes de salir, me detengo frente al espejo, tomo una respiración profunda y sonrío. Este es mi día, y estoy decidida a disfrutarlo.
Llego a la universidad y, al bajar del auto, me envuelve un ambiente festivo, cargado de emociones y expectativas. Antes de cerrar la puerta del coche, saco mi toga cuidadosamente doblada en el asiento trasero y me la pongo, ajustando el birrete en su lugar y dejando que la tela negra y pesada caiga sobre mis hombros. El estacionamiento está repleto de vehículos, desde acá puedo ver a varios estudiantes que se pasean por el jardín luciendo sus togas. Las risas se mezclan con el suave murmullo de conversaciones emocionadas, y mientras camino hacia la entrada del imponente recinto, varios compañeros me saludan y me elogian por haber conseguido tan increíble índice académico. Al cruzar el portón del recinto, la nostalgia me invade al instante, esta será la última vez que recorra los pasillos que tantas veces transité durante estos años de esfuerzo. Una punzada de melancolía me sorprende, nunca imaginé que este día traería consigo tantas emociones a la vez.
Cuando llego frente a la puerta del anfiteatro, me detengo en seco, asombrada por la hermosa decoración. Flores frescas adornan el marco de la entrada, mientras dos imponentes pilares griegos sostienen arreglos de jazmines y amapolas rosas. Un gran letrero con las palabras "Graduandos. Escuela de Negocios 1988" cuelga sobre la puerta, recordándome lo lejos que he llegado en este viaje.
Al entrar en el anfiteatro, la emoción me invade aún más. El escenario está hermosamente decorado, y el podio, el lugar que tantas veces soñé ocupar, luce imponente bajo las luces. Mis ojos se llenan de lágrimas, pero me esfuerzo por contenerlas. No quiero llorar, al menos no todavía.
A lo lejos, diviso a Danna, quien me saluda levantando la mano, su toga negra ondeando ligeramente por sus movimientos. Le devuelvo la sonrisa y me acerco a ella, sintiendo que, a pesar de todas las dificultades, este es un momento que guardaré en mi corazón para siempre. Celebrar este día junto a Danna también ha sido uno de mis más grandes anhelos.
—Hoy es nuestro día, amiga —me dice mientras me sostiene de las manos, con una amplia sonrisa.
—Por fin, nuestro día ha llegado —le digo, compartiendo la misma sonrisa. Ajustando su birrete que parece a punto de caerse de su cabeza.
ESTÁS LEYENDO
De Prosti a CEO - [Libro 2]
HumorMiriam Douglas es la universitaria con mayor índice académico de la facultad de negocios, es una mujer inteligente y ejemplar, nadie podría imaginarse que, por las noches, esta prodigio de los negocios ensucia su cuerpo para poder pagar los gastos d...