117. Entre sombras y secretos

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Yonel se levanta del suelo con una mano en la mandíbula, claramente afectado por el golpe que Gabriel le ha propinado. Su mirada, una mezcla de furia y orgullo herido, recorre la habitación antes de posarse en su hermano. Se sacude el polvo de la ropa con movimientos deliberados, como si intentara recuperar algo de la dignidad perdida.

—¿Así es como decides defenderla? —pregunta con una sonrisa cínica, su voz impregnada de veneno—. Siempre el héroe, ¿no? Qué predecible, Gabriel.

Gabriel permanece entre Yonel y yo, su postura firme y protectora. Su mirada no se desvía ni un segundo del hombre frente a él. Hay algo implacable en su expresión, un aviso silencioso de que no tolerará más provocaciones.

—No vuelvas a tocarla. —La voz de Gabriel es baja, pero tiene un peso que llena la habitación. No es una simple advertencia; es una orden.

Yonel da un paso hacia adelante, su sonrisa creciendo como un desafío. Sin embargo, el brillo en sus ojos delata su frustración. Su semblante cambia de manera casi imperceptible, pero lo suficiente para que note que no esperaba este nivel de oposición.

—¿Sabes, Gabriel? Me pregunto... —comienza, con un tono venenoso y calculador—, ¿acaso trajiste a una prostituta aquí para... satisfacerte tú mismo? —Su mirada se torna aún más cruel al dirigirse a mí—. Aunque, pensándolo mejor, no pareces del tipo de hombres que disfruta de ese lujo. No... —Hace una pausa dramática, disfrutando del efecto de sus palabras—. Seguro la trajiste para ganar dinero con ella. Ya sabes, la economía está difícil incluso para nosotros.

Gabriel aprieta los puños, sus nudillos poniéndose blancos mientras la rabia comienza a apoderarse de él.

—¿Cuánto quieres por ella, Gabriel? —continúa Yonel, con una sonrisa torcida y despreciable—. ¿Cuánto debo pagarte para poder tocarla?

—¡Cállate! —ruge Gabriel, perdiendo el control por completo mientras avanza hacia Yonel con la intención de golpearlo otra vez.

—¡Gabriel, no! —grito, apresurándome a interponerme entre ellos antes de que pueda hacerlo. Pongo ambas manos en su pecho, obligándolo a detenerse. Su respiración está agitada, y puedo sentir la tensión en cada músculo de su cuerpo, listo para explotar.

—¡Miriam, quítate! —exclama, su voz cargada de rabia. Pero yo niego con la cabeza, firme.

—No vale la pena, Gabriel. —Mi voz es baja, pero segura—. Esto es justo lo que él quiere. Que pierdas el control, que te rebajes a su nivel. No se lo permitas.

Yonel observa la escena con una sonrisa burlona, claramente disfrutando del caos que ha provocado.

—Qué conmovedor. La chica intentando calmar a su caballero andante. —Yonel suelta una carcajada que me pone la piel de gallina—. Bien hecho, Miriam. Al menos alguien aquí tiene un poco de sentido común.

Ignoro sus palabras y mantengo mi atención en Gabriel, quien cierra los ojos un momento, luchando visiblemente por calmarse. Finalmente, da un paso atrás, aunque la tensión en su mandíbula demuestra que la decisión le cuesta.

—Vámonos de aquí —digo, tomando su brazo suavemente y tirando de él hacia la puerta.

Yonel no pierde la oportunidad de lanzar un último comentario.

—¿Ya se van? Qué lástima. Bien podríamos disfrutar de un trio.

Gabriel se detiene por un instante, pero yo lo tomo más fuerte del brazo, obligándolo a seguir. Salimos de la oficina de Yonel, dejando atrás su risa burlona que resuena como un eco desagradable.

Caminamos en silencio hasta la oficina de Gabriel. Él no dice nada, pero su manera de apretar la mandíbula y de fruncir el ceño revelan que está conteniendo una tormenta de emociones. Apenas llegamos, abre la puerta con demasiada fuerza, casi golpeándola contra la pared, y entra. Yo lo sigo, cerrando la puerta detrás de mí.

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⏰ Última actualización: 2 days ago ⏰

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De Prosti a CEO  - [Libro 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora