99. Amiguelepatía

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No he dormido nada. A lo lejos, escucho la voz de Bárbara llamándome, pero mis ojos pesan tanto que no puedo ni pensar en abrirlos. No solo mis ojos, todo en mí está hundido, quebrado. Mi autoestima, mi alma... hasta respirar se siente como un esfuerzo doloroso. El aire entra a mis pulmones denso, pesado, como si el mundo entero estuviera aplastándome. Bárbara dice algo, me pregunta si estoy drogada. Qué absurdo. No puedo permitirme otra mancha más, ya es suficiente con la prostitución como para que piensen que soy una adicta.

Abro los ojos, despacio. Todo está borroso, pero poco a poco la silueta de Bárbara se va aclarando frente a mí. Aún siento el peso sobre mis párpados, y mi cuerpo... mi cuerpo está atrapado en una neblina densa, como si no fuera completamente mío.

—Giovanni me odia —susurro, mi voz apenas un eco, rasgada por el cansancio y el dolor. Me incorporo lentamente en el sofá, cada movimiento es una lucha, cada músculo protesta—. Para él, no soy nada.

—Pe-Pero, ¿qué pasó? —pregunta, con un tono de alarma.

Mis pies tocan el suelo, pero no siento el frío de las baldosas. Todo se siente distante, como si estuviera en piloto automático. Miro al vacío, mis pensamientos atrapados en el caos de la noche anterior. Giovanni... su mirada llena de ira, el disparo que casi me roza, el olor a pólvora, la sangre de aquel hombre esparcida en la alfombra del hotel. Él lo mató. Frente a mí. Como si no le importara como aquello podría afectarme. Realmente no le importo.

«¿Qué esperaba?. Sabía lo peligroso que es. Lo supe desde el primer día, pero... mi estúpido corazón no quiso entender».

—¡Mujer, háblame! —Bárbara me mira, sus ojos llenos de preocupación.

—Giovanni me descubrió con otro hombre en una habitación —respondo, la voz vacía, sin emociones.

—No comprendo, pero... si él sabe a qué te dedicas... —Bárbara parece desconcertada, como si intentara juntar las piezas de un rompecabezas incompleto.

—Le mentí —admito, bajando la mirada, sintiendo el peso de mi propia traición aplastándome—. Le hice creer que ya había dejado aquel mundo, Bárbara.

Bárbara se queda en silencio unos segundos, asimilando mis palabras. Un suspiro pesado escapa de sus labios.

—Mierda... —murmura, entrecerrando los ojos.

La rabia comienza a crecer en su expresión mientras le explico lo que pasó. Le cuento todo: cómo Giovanni me confrontó, las palabras llenas de veneno que me lanzó, cómo me apuntó con el arma, cómo disparó cerca de mí solo para aterrorizarme. A medida que hablo, Bárbara va caminando por la habitación, moviéndose nerviosamente entre los muebles. Se la nota cada vez más tensa, y finalmente, su frustración explota.

—Giovanni es un hijo de perra... —masculla con los dientes apretados, la furia evidente en su rostro.

—Me había enamorado de él, Bárbara... —susurro, mi voz temblando. Mi confesión me deja más vulnerable que nunca. El amor que creí que sentía por él se transforma en una daga que sigue clavada en mi pecho.

Bárbara me mira con ojos llenos de pena, pero también de ira. Está furiosa no solo con Giovanni, sino con todo lo que me ha llevado a este punto. Siento como si todo a mi alrededor se desmoronara, y en este instante, mi vida parece una ruina incontrolable. Vuelvo a llorar, a deprimirme.

—Voy a llamar a Danna —dice de repente, dándome la espalda mientras se dirige hacia el teléfono.

—No, no la preocupes —respondo rápidamente, aunque mi voz apenas tiene fuerza.

De Prosti a CEO  - [Libro 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora