48. Un viaje a Ashbourne

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Es viernes y la profesora de finanzas repasa los últimos temas que estarán en el examen de la próxima semana. Para mí, la materia es pan comido; la entiendo de memoria. Por eso, me encuentro momentáneamente intercambiando miradas coquetas con Giovanni, que está sentado al otro extremo del aula. Nuestras sonrisas cargadas de significados candentes, insinuaciones que me calientan en medio de la clase: un lápiz girando lentamente dentro de un sacapuntas deja mucho a la imaginación.

«Dios mío, Giovanni, ¿qué imágenes están pasando en el pegajoso pasillo de tu putrefacta mente?».

Al finalizar la clase, todos los estudiantes salimos del aula. Veo a Giovanni recostado contra la pared del pasillo, dedicándome una sonrisa pícara. No puedo evitar sonreír de la misma manera mientras me acerco a él. Pongo mis manos sobre su pecho y le susurro al oído:

—¿Necesitas sacarle punta a tu lápiz?

—Sí, pero necesito de un sacapuntas.

—Creo que hay un sacapuntas en el viejo salón de música esperando por ti.

Brillante —responde con una sonrisa. Se lame los labios y luego se muerde suavemente el inferior.

Allá nos encontramos, en la oscuridad del salón de música, solo iluminado por la tenue luz del sol otoñal que se filtra a través de las polvorientas cortinas del aula. Nuestros pantalones están tirados en el suelo, mi cuerpo sobre la superficie plana del piano de cola y Giovanni encima de mí, dándome con todo, como si no le importara que sus embestidas estén acompañadas por el tintineo del piano. Gracias a todos los cielos que el aula está apartada de todos, permitiéndonos entregarnos sin restricciones a los gemidos y gritos que desatan nuestros exquisitos orgasmos.

Mientras nos ponemos los pantalones, dejo algo claro:

—Voy a ser yo quien se quede con el primer lugar del año.

—¿Estás sicuro di eso? Ahora mismo soy io quien tiene ese primo posto.

—Estudia mucho este fin de semana, Paussini. Porque voy a darlo todo para recuperar ese puesto.

Giovanni se sonríe con cinismo. Es una sonrisa que conozco bien, una mezcla de desafío y emoción que revela lo mucho que disfruta nuestra competencia.

En la noche, cuando llego al club, entro por la puerta de servicios y en el pasillo que conduce al camerino me encuentro con Murgos. Ella me sonríe amablemente apenas me ve entrar.

—Hola, Miriam. ¿Cómo estás? —me saluda con cordialidad.

—Feliz, super agradecida contigo por darme este fin de semana. Hace tiempo que deseaba ir a visitar a mis padres.

—Sí, cuando Esther me dijo que pediste el fin de semana, pensé: Miriam se merece un tiempo, alejarse del sexo y de todas esas miradas pervertidas del club —comenta Murgos con complicidad.

Bueno, últimamente es lo que más hago, sexo en la universidad, en mi apartamento... Giovanni nunca pierde la oportunidad para calentarme y cogerme, es un chico muy activo. Creo que Murgos tiene razón, merezco un descanso, estar dos días sin sexo, mi amiguita de allá abajo me lo agradecería.

—Muchas gracias, Murgos —le respondo con sinceridad.

—No es nada... Todos necesitamos alejarnos de lo rutinario de vez en cuando, hasta yo lo necesito. Lastimosamente, ayer no pude conseguir reservas en el hotel de Ashbourne —dice mostrando una falta expresión de desilusión.

—¿Ashbourne? Mis padres viven allá —sonrío y me hago la impresionada.

—¿En serio? ¡Qué coincidencia! —responde Murgos, tratando de aparentar sorpresa.

De Prosti a CEO  - [Libro 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora