95. Las ideas locas de un cliente

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No me conviene decirle a Yonel que voy a trabajar en la empresa de su familia. Revelar eso ahora podría complicar mi contratación, tal vez incluso hacerme perder la oportunidad. Así que, cuando me sigue pidiendo información, tratando de averiguar en qué empresa trabajaré, decido mantenerme firme.

—No tengo por qué darte ese tipo de detalles —le respondo con frialdad mientras me inclino a recoger el disfraz navideño que quedó tirado en el suelo. Lo doblo con cuidado y lo guardo en la maleta, que dejé al pie de la cama—. Confórmate con saber que te di el mejor sexo de tu vida, Yonel.

Luego de un corto silencio, responde en un tono desafiante:

—¿Sabes?... No importa a dónde vayas. Nadie te respetará. Todos te van a reconocer como la famosa puta del club «La rana que baila».

Tengo que salir rápido de aquí antes de que se me escape algún dato de mi contratación.

—¿Dónde está el baño? —pregunto, ignorando su provocación

—Que te quede claro, Mimarie. Esta no será la última vez que te coja, puta de mierda. Te cogeré yo y muchos otros más, porque esa reputación que traes no te la quita nada ni nadie.

—Ya vi el baño, gracias —respondo con sarcasmo, restándole importancia a sus insultos.

Camino hacia el baño, cierro la puerta, entro a la ducha y dejo que el agua corra. Mientras el agua cae sobre mí, sacudo las palabras que Yonel dejó flotando en mi cabeza y pienso en lo que realmente quiero: prepararme el almuerzo en casa, relajarme viendo una película y, antes de que llegue la noche, mentalizarme para el segundo cliente de hoy.

Salgo envuelta en una toalla lila, con el cabello seco recogido en un moño. Junto a la cama está mi maleta con la ropa limpia que traje, así que me visto sin prestarle mucha atención a Yonel, que sigue parloteando desde la cama.

—Eres buena en esto, Mimarie. Ya estás hundida en este mundo, y aquí eres la reina. Deberías quedarte donde realmente te valoran.

Su voz suena más rápida, como si la ansiedad de que no volverá a tenerme lo estuviera comiendo por dentro.

—No es lo que quiero para mi vida —respondo, sin titubear.

—Ya tu vida ya está escrita con tinta. No puedes cambiarla.

Mientras cierro los zippers de mi maleta, me volteo hacia él.

—Lo que ya se ha escrito en mi vida, lo tacharé si es necesario.

Yonel se queda en silencio unos segundos antes de murmurar:

—Es feo encontrar una vida llena de tachones; se verá poco limpia...

—No será la única vida con tachones —le digo, levantándome con la maleta en mano—. Adiós, Yonel.

Y sin más, salgo de su habitación y cierro la puerta detrás de mí.

Cuando llego a mi apartamento, cierro la puerta detrás de mí y dejo caer la maleta en el suelo, soltando un suspiro de alivio. Camino hacia la cocina, decidiendo preparar algo rápido antes de que el agotamiento me consuma. Abro el refrigerador y saco algunos ingredientes simples: huevos, tomates, espinacas y un poco de queso. Mientras los huevos se cocinan en la sartén, pico los tomates y las espinacas, dejándolos caer suavemente sobre la mezcla. Al cabo de unos minutos, tengo una tortilla lista.

Me sirvo un vaso de agua fría y me siento en el sillón de la sala. Enciendo la televisión mientras como, buscando distraerme con algo ligero. El canal nacional está transmitiendo una comedia romántica, una película bastante predecible, pero cumple su propósito: me ayuda a desconectar por un rato. Mastico lentamente, mi mente todavía procesando el día, y lo que está por venir.

De Prosti a CEO  - [Libro 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora