43. Retos de la vida

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Esto no es lo que esperaba de mi futuro. No es lo que visualizaba cuando miraba a mi reflejo en el espejo y me decía a mí misma que estábamos destinadas a triunfar en la vida. Me imaginaba en un elegante y hermoso despacho, sentada sobre un sillón de cuero negro y respaldo alto, frente a un imponente escritorio de madera perfectamente lustrada. Sobre él, un pequeño letrero con mi nombre grabado junto a la palabra CEO; yo, la imponente CEO de una prestigiosa empresa. Así era mi mayor sueño. Pero, a veces, la vida nos lleva por caminos inesperados, y ahora ese sueño parece estar a años luz de distancia. Me encuentro en el lugar menos indicado para cumplir esa visión, frente a la persona que me sacó de la pobreza y ahora, gracias a ella, puedo permitirme ciertos lujos. Creo que a partir de ahora voy a permitirme mucho más, porque acabo de firmar el contrato que me convierte en la nueva "ranita dorada" del club.

—Miriam, sé que esta no era la profesión en la que esperabas ascender —me dice Murgos, con seriedad—. Es más, no sé cuántas veces se te habrá cruzado por la cabeza el hecho de que has perdido tu valioso tiempo estudiando una carrera universitaria que, posiblemente, jamás vayas a ejercer, pero...

«¡Caramba!... Nunca había pensado eso».

—¿Po-Por qué dices eso? —le interrumpo.

—Porque... A ver, Miriam. ¿Qué tipo de clientes crees que atiendes aquí? —me cuestiona, cruzándose de brazos.

—Clientes millonarios —respondo de manera automática

—¿Y qué profesión crees que ejercen muchos de esos clientes?

—Pues... presidentes de corporaciones, directores de instituciones, CEOs...

—Sí, muchos de ellos son grandes empresarios, y si en estos momentos vas a una entrevista, de seguro uno de ellos podría reconocerte y hasta burlarse de ti —continúa Murgos—. Lamento decirte esto, Miriam, pero es la realidad. Ningún empresario se interesaría en contratar a una prostituta que pudiera ser reconocida, no solo por algunos de sus colegas empresarios, sino también por sus competidores. Contratar a una prostituta lo convertiría en el «hazme reír» del mundo empresarial

Y así, señores, es como se destruyen los sueños de una persona. Las palabras de Murgos son como un golpe directo al corazón. Me hacen enfrentar la cruda realidad de mi situación. No fue ella y sus palabras recientes las que han destruido mis sueños empresariales; he sido yo misma quien se ha autodestruido. Acepté entrar en esto, sabiendo que era una mala idea, que podría arruinar mi vida. Me arriesgué, y todo por el maldito dinero.

—Lo sé, es triste, pero es verdad —respondo, cabizbaja.

—Te va a ir mejor ahora, Miriam, ya verás. —Murgos trata de animarme mostrándome una amplia sonrisa. Luego de un corto silencio, continúa diciendo—. Ahora necesito que termines con tu agenda, son dos semanas. No aceptaremos más clientes del club, a partir de ahora solo agendaremos clientes que requieran de tus servicios dorados. Cada vez que tengamos un trabajo para ti, te estaré contactando al teléfono de tu residencia. Importante: ya no estarás trabajando bajo la dirección de Esther, ahora trabajarás conmigo. Yo te presentaré al cliente y el resto ya lo sabes. Justo como aquella vez en el bar holandés.

—Está bien, lo recuerdo.

—Bien, ahora ve y termina con el trabajo que tienes pendiente en el club.

Asiento, me levanto de la silla y camino hacia la puerta, y, antes de salir, Murgos me detiene con sus palabras:

—Tu trabajo en el club ha sido extraordinario, gracias a ti hemos entendido mejor a las demás chicas, nos hemos podido reinventar.

De Prosti a CEO  - [Libro 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora